FRACASÒ EL CONGRESO

Nadie pone en duda que de las ramas del poder público la más importante es el Congreso. Allí se reúnen todos los representantes del pueblo que ejercen la soberanía por medio de la delegación popular patentada en las elecciones democráticas.  Pero esas corporaciones también se corrompen, como pasa con las personas y, lo peor, se trata de un acto colectivo apoyado por la ambición, las malas prácticas contra la ética pública y la solidaridad de gremio. No se trata de individualidades deshonestas, sino de colectivos bastante desviados de los fines para los cuales se crearon y eligieron. Cada ciudadano debería sentirse orgulloso del legislativo pero no, cada decisión aleja más a la ciudadanía de su cuerpo legislativo. Llegará un momento en que el hastío público lleve a las masas a suprimir ese poder y gobernar con otros mecanismos normativos más expeditos. Todo puede pasar si la imagen desfavorable del Congreso frente a los colombianos es superior al 60%.

El hundimiento de la reforma política que avanzaba en Colombia cayó desde las alturas por la cantidad de prebendas que los propios legisladores estaban introduciendo en el contenido del articulado. Después de ser elegidos podían ser nombrados ministros y luego volver a su curul. Una puerta giratoria odiosa y despreciable que cierra la puerta a las juventudes para renovar la clase política. No dejaron que las listas fueran cerradas para seguir en el mercadeo de los votos mediante la compraventa que en cada elección se nota más impúdica, tampoco permitieron que las mujeres ocuparan la mitad de los cupos del Congreso. Ellas que son más honradas y transparentes en su discurso y en sus decisiones no tienen derecho a gobernar en igualdad de número con los hombres  porque dañan los negociados y desequilibran el reparto de altos cargos y de la numerosa burocracia estatal.

El fracaso, entonces, es del Congreso no del gobierno Petro y sus aliados, pues los primeros en rechazar tanta falsedad y tramoya fueron los integrantes del Pacto Histórico, comprometido con un cambio extremo y renovado para Colombia en todos sus niveles. La cláusula general de competencia legislativa que tiene el Congreso es su espada de Damocles, pues la carga de facultades asignadas lo hace más susceptible al engaño y la deshonestidad. Canjean sus funciones por puestos o contratos. Una conducta que el pueblo rechaza. Los actos congresionales que se adoptan con ocasión del impulso del proceso legislativo son actos de carácter general, impersonal y abstracto. Por eso duele que se legisle en causa propia. La sustitución parcial de la Constitución puede derivar en graves violaciones a los principios democráticos y fundantes de la República. Por eso las decisiones éticas dentro del Congreso deben ser valoradas al más alto nivel, con la mayor rigurosidad y responsabilidad, pues de sus decisiones pueden generarse procesos de mayor gravedad como es la pérdida de investidura ante la jurisdicción contencioso- administrativa. Necesitamos un Congreso impoluto sometido a inquebrantables reglas de ética pública.

Se el primero en Comentar

Deja tu respuesta