Una fábula impresionante por lo simple atrae mucho la atención de los niños y adolescentes cuando la escuchan. Se trata de la historia de un gato adueñado de la casa de sus cuidadores que había desterrado a los ratones del hogar y del área cercana. Reunidos en deliberación los roedores dieron muchas ideas para protegerse del gato y uno de ellos sugirió que le pusieran un cascabel y así se darían cuenta dónde estaba el gato para correr a refugiarse. El más viejo de todos los ratones después de escuchar las sugerencias dijo: “¿y quién le pone el cascabel al gato? Oído esto el grupo se disolvió. Así estamos en Colombia, cuando rodeados por la corrupción nos preguntamos eso mismo, porque ninguna de las ramas u órganos del poder público se atreve a ponerle freno a ese mal endémico, que sufrimos desde la época de la conquista y que empezó con el desalojo de los “indios”, ocupantes originales de las mejores tierras y de sus riquezas, para repartírseles entre los conquistadores y sus amigotes. Hoy los descendientes de esas honorables familias, que nunca han dejado el poder, se reparten el erario público, como si nosotros estuviéramos “pintados” y no representáramos la mayoría del pueblo que vota y dispone quién llega a la Presidencia y a los altos cargos del Estado empezando por el Congreso.
Algunos candidatos insisten en que el mayor problema hoy es la inseguridad, pero eso no es cierto, porque el pueblo privilegia otras cosas como el combate frontal contra los deshonestos, que ya ocupa un primerísimo lugar en las preocupaciones populares y empresariales. Si no se roban el dinero del Estado, hay más oportunidades de inversión y, por ende, de empleo, de mejores ingresos, de mayor cobertura en salud, y en educación, hoy que la sociedad moderna se mueve mediante la inteligencia artificial (soporte de nuevos avances científicos) y las tecnologías de la información. Lograda la paz con el grupo más reconocido en el país, y consolidadas sus aspiraciones en un acuerdo con el gobierno que admitió la existencia del conflicto interno y les dio interlocución internacional, esas conclusiones se llevaron a normas constitucionales y legales que todo gobierno está obligado a reconocer. Por eso la inseguridad pasó a segundo lugar, salvo porque en algunas ciudades el gobierno nacional quiere generar mala imagen para seguir dando recursos a los ministerios que soportan la “presunta guerra interna”, de primeras líneas y grupos armados organizados, que nadie entiende por qué la fuerza pública no ha podido contener con más de 550 mil hombres en las fuerzas de tierra, mar y aire y los novedosos recursos de defensa como las armas de alta tecnología que hoy provee el mercado.
Los ciudadanos en una democracia tienen la capacidad de decidir quien gobierna. Basta proteger el voto de quienes lo compran o perturban con maniobras engañosas el proceso electoral, constriñen al elector o favorecen el voto fraudulento. Si actuamos con diligencia para prevenir y denunciar a los delincuentes de la política en el 2022, podremos elegir un Congreso más transparente, diligente e intérprete del pueblo y a un Presidente de la República identificado con los problemas del ciudadano del común, ajeno a las castas políticas tradicionales y con un programa innovador, que una a todos en el propósito de alcanzar metas de desarrollo ambiciosas, e ingresos fiscales más relevantes, por actividades internas y externas apoyadas en una estructura del Estado productiva y no burocratizada. Es el pueblo con su voto estratégico, entonces, el que le pone el cascabel al gato.
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