LOS MALOS GOBIERNOS SE AUTODESTRUYEN

No importa de qué tendencia sean, de derecha, centro o izquierda. Cuando los gobernantes dicen mentiras o incumplen lo prometido por mala gestión o corrupción, el pueblo se da cuenta y cobra los deslices. Los votantes, gracias a las redes sociales y al periodismo independiente, saben quien trabaja en beneficio general y quien para llenarse los bolsillos. Es posible que no haya una sentencia que levante el principio de presunción de inocencia. El pueblo puede condenar a través del voto. Y ese es un castigo peor para los políticos que pierden su poder y se retiran sin honores. No hay situación más lamentable para quienes han vivido toda su vida rodeados de lujos y poder, de multitudes que derrochan alabanzas inmerecidas y de medallas otorgadas por instituciones sin dignidad. Las sociedades antiguas desterraban a los políticos indeseables o a quienes se creían superiores al poder popular, pero hoy no podemos hacer tal cosa porque violamos la dignidad humana, no obstante que los políticos pisoteen la dignidad del pueblo casi todos los días. Lo bueno de todo lo que pasa en la vida es ver el final de quienes se creían invencibles y terminan mendigando un pedestal o un cuadro con su figura en cualquier sala oficial o museo para que la generación venidera los recuerde con fama eterna.

Cuando estábamos niños nos enseñaron que la historia era lineal, pero el mundo moderno nos muestra que esa postura era totalmente equivocada porque cada periodo trae tiempos de paz y que, en otras épocas, las fuerzas retardatarias nos hunden en etapas calamitosas, de odios, de discriminación y violencia, para finalmente ascender de nuevo a vivir periodos de prosperidad, desarrollo, solidaridad y transparencia. Esos altibajos son los que dan el perfil real de la convivencia del hombre en sociedad y ratifican la necesidad de ayudar a la creación de un mundo mejor que aquel que encontramos al llegar a la vida. Si esa esperanza no existiera la razón de ser se perdería y nuestra visión personal no pasaría de constituir una fantasía. Los políticos juegan con los sueños de miles y los arrastran incluso a guerras interminables. Pero el nuevo despertar nos lleva a valorar la paz como derecho y deber de obligatorio cumplimiento, (Art. 22 CP) garantizando a todos la convivencia. Quienes defienden la guerra y el aniquilamiento de quienes piensan diferente, están muy perdidos en la nueva sociedad del conocimiento. Hoy sentimos con urgencia la necesidad de que se silencien las armas y que sea el diálogo y el derecho los que se impongan sobre la fuerza bruta.

Siempre se ha dicho en diferentes estudios académicos que Colombia necesita reconstruirse. Que debemos crear una segunda república, donde se elimine la corrupción y se consolide la paz. Pero hay sectores que no dejan consolidar esas aspiraciones populares. Por el contrario, ven en la guerra el sustento de su poder. Pero los cambios sociales y políticos son urgentes, tanto que hay que hacerlos contra las castas políticas regionales que no dejan avanzar, que han hecho de su poder un barril sin fondo, donde no caben sino sus parientes y amigos y han montado un Estado Federalista de hecho no de derecho. En sus regiones hacen lo que quieren y sus votos se suman al candidato a Presidente que más les ofrezca en términos de empleos nacionales y de contratos estatales. Eso es lo que debe terminar en un país repartido en beneficio de unos pocos, mientras las grandes mayorías excluidas de todo poder no obtienen respuestas a sus demandas de participación real, salud, educación y empleo. Vimos esa concentración de poder y dinero en este gobierno que termina.  Lo grave es que la elección más inmediata que tiene el pueblo de reivindicarse con la vida es en el 2022 y hay poco tiempo para tomar conciencia y ganar una nueva oportunidad de vida iniciando la anhelada segunda República. ¡Ojalá ocurra el milagro!

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