LOS JOVENES SALVARÁN A COLOMBIA

A pesar de la opinión negativa que la juventud en general tiene de la politiquería, los últimos eventos ocurridos en Colombia hacen prever que las elecciones del 2022 estarán signadas por una alta participación de los menores de 30 años, que están perdiendo poco a poco la esperanza de que la actual clase dirigente pueda sacarlos de este ambiente de incertidumbre. Ellos quieren escoger sus líderes y, además, las reglas dentro de las cuales quieren vivir. Se cansaron de la exclusión, de la discriminación y de la violencia que es el eje rector la generación de los 60’s, que arrastra los odios de los enfrentamientos entre liberales y conservadores. Pero la sociedad moderna no se teje sobre la base de la “guerra contra un enemigo invisible”, sino contra el cambio acelerado, la inteligencia artificial,  las armas y los carros autónomos y una tecnología desbordante que cada día nos deja más retrasados frente a los países desarrollados. En el mundo del conocimiento científico es necesaria la paz, porque los enfrentamientos entre personas se ven como una faceta de seres primitivos, cuando los bienes y servicios se tomaban a la fuerza. La tesis de “destruir al enemigo” no puede existir en una etapa de la civilización donde la solidaridad tiene que prevalecer. La Corte Constitucional ha definido el principio de solidaridad como: “un deber, impuesto a toda persona por el solo hecho de su pertenencia al conglomerado social, consistente en la vinculación del propio esfuerzo y actividad en beneficio o apoyo de otros asociados o en interés colectivo”. La dimensión de la solidaridad como deber, impone a los miembros de la sociedad la obligación de coadyuvar con sus congéneres para hacer efectivos los derechos de éstos, máxime cuando se trata de personas en situación de debilidad manifiesta, en razón a su condición económica, física o mental.

Los jóvenes parecen estar aislados del contexto social y político en el que se construyen las relaciones entre las diferentes generaciones. Sin embargo, los padres y los abuelos ya muestran su preocupación por el destino final que tendrán sus hijos y nietos si la actual clase política les cierra las oportunidades de construir su propio futuro. En ese camino, la escogencia de un dirigente que lidere el cambio que requiere la sociedad colombiana será una tarea exclusiva de quienes exigen más transparencia, ética pública, apoyo a los más desfavorecidos y condiciones sociales y económicas para seguir creciendo con más confianza. La pandemia ha demostrado que las clases sociales altas no son inmunes al peligro de un virus o de una enfermedad colectiva, que se pueda transmitir rápida y cruelmente, causando millones de muertos alrededor del orbe. Todos somos importantes en la sociedad de hoy. Todos valemos por nuestra dignidad, nuestro trabajo y nuestra inteligencia. No se puede dejar prevalecer el capital como recurso económico sobre los derechos fundamentales de las personas. Tiene que existir una barrera que impida el abuso o la tiranía de una posición dominante.

La juventud de hoy es cambiante porque así se lo exige la modernidad, es una etapa fundamental para acumular experiencia, ensayar nuevas relaciones, crear estructuras que den valor a la persona humana y mejorar los comportamientos individuales y colectivos. Pero, además, los jóvenes quieren generar y conquistar su autonomía, para avanzar en proyectos específicos, tomar sus propias decisiones y estabilizar su vida con su pareja y sus hijos. La UNICEF enuncia que los jóvenes quieren ser agentes de cambios sociales y de progreso, ser escuchados, inspirar a otros jóvenes, defender el planeta, crear un mundo más justo eliminando la segregación, el machismo, la violencia de género y el odio contra las personas diferentes. Pero sobre todo anhelan cambiar muchas de las instituciones que solamente cuidan el statu quo de unos pocos, mientras las mayorías padecen todo tipo de carencias.

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