COLOMBIA Y LA PUERTA CERRADA

Cuando todas las instituciones le están jugando a la corrupción el pais está llegando a un gran edificio de seguridad con las puertas cerradas. Por ejemplo, la Corte Constitucional se ha inventado dos tesis inaceptables en cualquier democracia: que la constitución no se puede modificar porque se afecta el núcleo esencial de lo que pensaron los constituyentes de 1991 y que ellos pueden suspender las leyes antes de tomar una decisión. Eso no se le ocurre sino a “los autócratas judiciales” que creen que estas instituciones van a seguir subsistiendo hasta cuando ellos abandonen el poder o la política. Mientras tanto usufructúan sus beneficios y se enriquecen a base de interpretaciones leguleyas.

Desde hace centurias los filósofos han criticado que todas las sociedades, incluidos los malos gobiernos que se empotran en sus cargos y canonjías, no se preocupan por los derechos naturales y civiles de las personas. Los unos porque son inherentes a su propia naturaleza, los otros, porque es la sociedad la que tiene que velar por su creación y sostenimiento. Escribir constituciones para que no se cumplan no tiene sentido alguno.

 En Colombia lo hemos experimentado: somos un pais con una Constitución medioambientalista, pero dejamos que los ganaderos y los explotadores del agua destruyan toda la riqueza biológica para que unos pocos se vuelvan más ricos, con el pretexto de defender la propiedad privada. Entonces, no hablemos de ecosistemas y biodiversidad, hablemos de industrias que todo lo acaparan en busca de la riqueza personal y dejemos de soñar con un cambio donde las personas tienen compromisos sociales y solidarios. Dejemos de hablar de paz y abramos las puertas a los violentos que en número ínfimo aterrorizan e infunden miedo, mientras alimentamos y pagamos uno de los grupos de fuerza pública más grandes de América latina y de algunos países europeos.

Si la Constitución no se puede cambiar estamos viviendo en el pais equivocado y en manos de unos “políticos delirantes” apoyados por Cortes congeladas, que no dejan avanzar ni a las personas ni a la sociedad. Vivimos en medio de una maraña de leyes, cuyo cumplimiento es tan engorroso que nadie quiere demandar, ni someterse a la justicia sino “hacer justicia por mano propia”. Si un proceso puede durar media vida o mínimo 20 años es inútil iniciar una acción ante los jueces que viven más pendientes de buscar puestos y contratos con el gobierno o con quienes eligen, que por admnistrar la justicia que les derivaron esas instituciones cooptadas por la politiquería y que no dejan abrir la puerta del progreso. El pueblo, entonces, tiene que movilizarse, especialmente los jóvenes, porque si no se despiertan del letargo de las “tablets y los celulares”, nunca podrán entrar ni salir de ese “edificio de seguridad” construido por las “viejas generaciones”, que creen que están cumpliendo su tarea “con una plutocracia maquillada de democracia representativa”, porque la democracia participativa no existe. Es un juego de palabras de las Cortes para hacernos creer que vivimos en un pais idílico.

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