PERIODISMO, VERDAD E IMPARCIALIDAD

No es lo mismo opinar que ser periodista. La libertad de expresión es una forma para que las personas que no tienen acceso a medios pongan en conocimiento de los demás sus visiones sobre diferentes temas. hay ciertas prácticas de buen uso periodístico que invariablemente deberían ser respetadas, en especial la que se refiere a que toda información vertida en un medio tiene que ser fiable, de primera mano y contrastada; además es deseable que la exposición sea objetiva y concisa. Esto no siempre se respeta y se sacrifica con frecuencia a una rapidez cada vez más vertiginosa por las nuevas tecnologías en uso.

Colombia está viviendo en un periodo de periodismo ideológico, que rompe con las normas legales y con la propia constitución. El Artículo 20 de la carta garantiza la libertad de expresión, pero también garantiza la libertad de informar y recibir información veraz e imparcial. El derecho de información tiene unas limitantes, más éticas que jurídicas. Pero al parecer dentro del periodismo actual el derecho a informar se cumple sin apego a la verdad y sin ningún criterio de imparcialidad. Es la noticia por el escándalo y con el prurito de ganar lectores o de vender textos escritos. El profesor estadounidense John C. Merrill ve en la ética “la rama de la filosofía que ayuda a los periodistas a determinar lo que es correcto hacer en el periodismo.” ( https://fundaciongabo.org/es).

La jurisprudencia exige al periodista informar al afectado, con la claridad suficiente, aun cuando no de manera exhaustiva, sobre la “acusación” que en su contra pesa y alrededor de la cual gira la información, de modo que tenga los elementos mínimos para dar las explicaciones del caso, sin que ello implique el acceso pleno al material investigativo que soporta la emisión. ¿Ética y filosofía relevantes? Pero el periodismo que se está practicando en tiempos de polarización es adoptar la defensa de postulados políticos, sin importar las decisiones que toma la mayoría del pueblo. La Corte reconoció, en una línea jurisprudencial (T-298/2009), que el periodista tiene la obligación de verificar la información recaudada y contrastar sus fuentes. Este deber tiene ahora, desde luego, un ingrediente cualificado: el comunicador tiene la obligación de consultar, a quien resultará afectado con su reportaje, su versión de los hechos. Y la medida de protección cuando este deber se incumple es igualmente clara: suscitar el espacio para que el interesado ofrezca su perspectiva, desde la que pueda ofrecer argumentos que descalifiquen la fuente protegida por la reserva.

Colombia tiene poco de ese periodismo ético, veraz e imparcial. Y tenemos necesidad de exigir como sociedad que el periodista profesional respete estándares internaciones de moralidad, certeza y necesidad de la información. De otra manera todos podremos ser víctimas de injuria o calumnia. Y hay que actuar rápido porque la moral de las personas no se recupera después de un golpe verbal o escrito ante la opinión pública.

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