DERECHA DESCONTROLADA

Lo más absurdo de la política es que al final de todas las cuentas ninguno de los lideres políticos es coherente con sus programas partidistas, ni con las promesas que hacen al momento de ofrecer sus nombres a los electores. Por lo general los jefes de los partidos son unos improvisadores, y por eso las sociedades viven entre la polarización y la paz, la guerra y los acuerdos, el odio y la reconciliación. La falta de coherencia y creer que solamente ellos tienen la verdad revelada impide pactar y concertar programas y proyectos de largo plazo, que hagan que las economías locales superen los niveles de pobreza del mundo y sus países y, por el contrario, cada día la incertidumbre se apodera más de la vida de las personas.

No podemos olvidar que las teorías de la solidaridad y los derechos humanos nacen después del siglo XVIII y se consolidan con los funestos resultados de las dos grandes guerras del siglo XX que dejaron en la primera contienda más de 10 millones de muertos y 20 millones de heridos y, en la segunda, más de 50 millones de muertos y un número no establecido de heridos. Pero la humanidad no aprende y en sus pensamientos la atrocidad está en la primera linea, por cuyo impulso la muerte y el hambre capitanean en casi todo el orbe. Han sido las políticas de derecha las que han predominado en los gobiernos a los largo de la historia. Desde jefes tribales, hasta monarcas absolutos y, otros, que aún hoy ostentan el poder de la sangre y de la conquista.

La derecha defiende las diferencias sociales, el individualismo, la propiedad privada como derecho absoluto, el libre mercado y un Estado fuerte que proteja sus vidas y propiedades. Es común que un gobierno de derecha esté en manos de representantes de las clases altas y/o empresariales ya que el sector social con la mayor cantidad de ventajas y privilegios es el que menos simpatía siente por el cambio. La izquierda en cambio, sean partidos, personalidades o movimientos, proponen que la sociedad debe velar por la protección de los sectores más desfavorecidos, con miras a garantizar un sano equilibrio social. Esto se debe a que, para la izquierda, la desigualdad socioeconómica no es natural sino históricamente construida. Es decir, la desigualdad es generada por la acumulación desproporcionada de dinero y poder en manos de pequeños grupos, por medio de prácticas opresivas que comprometen la universalidad de los derechos humanos.

No es extraño, entonces, que una sociedad dividida entre extremos ideológicos jamás encuentre su norte y viva en medio de conflictos y contrariedades que en cualquier momento pueden desembocar en violencia. De allí que las sociedades verdaderamente democráticas deben educar en el propósito esencial de la convivencia pacífica y la aceptación de las diferencias. De lo contrario, la zozobra será siempre el sino destacado de esas comunidades humanas que se niegan a reencontrarse teniendo como fundamento el perdón.

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