La Real Academia de la Lengua Española define el verbo ideologizar como “Imbuir una determinada ideología”. De allí que “el proceso de ideologización, que busca ocultar la realidad, promueve el encubrimiento del valor intrínseco de cada persona, y fomenta la valoración asimétrica de las personas que moldean relaciones sociales verticales, muy convenientes para el mantenimiento del contexto social injusto. Pero ¿es ese el verdadero periodismo? No. El correcto es aquel que desarrolla una actividad “cuyo fin es recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a hechos del presente, del pasado y/o del futuro. En este sentido, el periodismo se entiende como una metodología adecuada para presentar cualquier tipo de información valiosa, buscar fuentes seguras y verificables.”
El periodismo, por tanto, no es juez ni parte en los procesos judiciales. Puede aportar elementos para que el juez corrobore y sustente sus evaluaciones pero jamás debe declarar responsabilidades o exigir posiciones de nadie porque “la administración de justicia es la parte de la función pública que cumple el Estado encargada por la Constitución Política y la ley de hacer efectivos los derechos, obligaciones, garantías y libertades consagrados en ellas, con el fin de realizar la convivencia social y lograr y mantener la concordia nacional”.
Un periodismo que pretenda determinar quiénes son los buenos y quienes son los malos de una sociedad está incurriendo en el peor de los vicios que conduce a la polarización, a las divisiones más graves y que trae consecuencias funestas como la violencia, el fanatismo y la barbarie. El periodismo hace parte de las ciencias que se basan en la investigación científica y en una exposición basada en causas reales y comprobables. De allí que los valores de un buen periodista según expertos del medio sean entre otros: el respeto a la verdad, estar abierto a la investigación de los hechos, rastrear la objetividad aunque se sepa inaccesible, contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas, diferenciar con claridad entre información y opinión, enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho.
De allí que los textos publicados como conceptos personales de un colaborador de cualquier medio de comunicación deben entenderse como eso: una posición personal, que no información, como muchos pretenden hacer ver ese tipo de espacios. La Corte Constitucional ha dicho: “Referente a los principios de veracidad e imparcialidad de la información, debe precisarse lo siguiente. En cuanto a la veracidad como límite interno, la Corte Constitucional ha afirmado que la veracidad de una información hace referencia a hechos o a enunciados de carácter fáctico, que pueden ser verificados, por lo que no cubre las simples opiniones. No obstante, en algunos eventos es difícil en una noticia distinguir entre hechos y opiniones, por ello, se ha considerado que vulnera el principio de veracidad el dato fáctico que es contrario a la realidad, siempre que la información se hubiere publicado por negligencia o imprudencia del emisor.” (C-0040/13)
Igualmente, la Corte ha establecido que es inexacta, y en consecuencia en contra del principio de veracidad, la información que en realidad corresponde a un juicio de valor u opinión y se presenta como un hecho cierto y definitivo, por eso, los medios de comunicación, acatando su responsabilidad social, deben distinguir entre una opinión y un hecho o dato fáctico objetivo. La veracidad de la información ha afirmado la Corte, no sólo tiene que ver con el hecho de que sea falsa o errónea, sino también con el hecho de que no sea equívoca, es decir, que no se sustente en rumores, invenciones o malas intenciones o que induzca a error o confusión al receptor. Importante eso si que salgamos del periodismo ideologizado y lleguemos al verdadero periodismo, especialmente frente a las opiniones e informaciones sobre quienes gobiernan.
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