EL PUEBLO MARCHANDO

Cuando los colombianos salen a las calles a expresar sus angustias siempre tienen la razón. El pais está polarizado por diferentes razones. Pero la principal es que se encuentra oprimido por quienes han manejado a Colombia durante más de 200 años, donde crecieron los privilegios y el enriquecimiento de unas pocas familias. El sagrado derecho a la igualdad y a las oportunidades consagrado en el artículo 43 de la Carta de 1991, hoy es una utopía. El desequilibrio social y económico para millones de personas es tan real que a veces la gente solamente encuentra en las manifestaciones callejeras una forma práctica de manifestar sus insatisfacciones. Y los otros derechos consagrados a favor de los niños en el artículo 44 ídem,  como la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, o la alimentación equilibrada,  parecen ciencia ficción escrita en un libro de texto para extraterrestres.

Los gobiernos de la derecha y sus “ilustres representantes” tiene que reconocer que no hicieron lo necesario para que Colombia creciera en el concierto internacional, por estar dedicando la mayor parte de los recursos del presupuesto a hacer la guerra. Su objetivo jamás fue concertar o conciliar como se pide hoy, sino eliminar al enemigo ideológico como en la época de las cavernas a base de lanzas y cuchillos, o balas. El ciudadano “común y corriente” ve a la oposición de hoy, como una fuerza desesperada, que perdió el poder por sus propios errores y pretende atravesarse “como mula muerta” para que el Gobierno de Gustavo Petro fracase. Pero se equivoca en los procedimientos, porque mientras le huye al debate en el Congreso, clama que el gobierno respete la institucionalidad, que se quede callado y quieto, mientras ellos alborotan a través de los medios que siempre financiaron  y de las redes sociales todo tipo de noticias mentirosas sobre el texto de las reformas que se han presentado para la discusión de los legisladores.

Cuando uno pierde el poder debe reconocerlo con gallardía, “ir a los cuarteles de invierno” a meditar y a corregir las fallas que contribuyeron sobremanera a la derrota en las urnas. De lo contrario seguirá soportando el rechazo electoral, salvo que usen los millones y billones que suelen sacar en tiempos electorales para torcer voluntades que se denuncian ante las autoridades, pero que no investigan. Tal vez el único proceso que ha avanzado en los últimos años es el de Aida Merlano, que movieron contra la exsenadora, pero no contra los autores materiales e intelectuales de toda esa trama que algunos clanes familiares ejecutan comprando votos y amenazando con quitarles el puesto a las familias humildes que no voten por ellos. Si la política en Colombia fuera limpia y las autoridades ayudaran a encarcelar a tanto bandido de cuello blanco, seríamos el pais más desarrollado de Suramérica. Por eso el pueblo debe seguir marchando como depositario de la soberanía, porque “el pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes”. Si los elegidos fallan, el pueblo recupera ese poder delegado y lo ejerce en las calles, porque las urnas están corrompidas. De acuerdo con los datos analizados por el Observatorio de Política Criminal del Ministerio de Justicia y del Derecho respecto a la comisión de delitos contra los mecanismos de participación democrática, se observa que para el período 2010- 2021, el Departamento que más reportó delitos electorales fue Antioquia, con 1034 casos registrados; seguido por Cundinamarca, con 755 casos; Santander, con 749 casos, Boyacá con 598 casos y Valle del Cauca con 530 casos. (Política Criminal Electoral 2022-2025). Para las elecciones Presidenciales del 2022 la MOE reportó más de 400 delitos electorales en todo el pais. Hubo 85 capturados por orden judicial.

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