OPOSICION VERGONZANTE

Se cumplieron los 100 días del gobierno del Presidente Gustavo Petro y el cambio como premisa de tal periodo se está evidenciando en la forma de gobernar, no como lo hace la derecha, para beneficio de sus amigos, sino como se gobierna para todos, generando turbulencia.  Hoy se habla mucho de los “stakeholders”, que son “las partes interesadas que pueden influir o verse afectadas por el proyecto en el que se está trabajando”. La oposición en el caso político es una parte interesada secundaria, según este nuevo lenguaje, teniendo en cuenta que sus ideas no fueron acogidas por la mayoría en la campaña inmediatamente anterior. Pero para retomar el camino de la política se les exige a sus integrantes que por lo menos lean los que se publica por los pensadores de las diferentes disciplinas en otras partes del mundo para que enfrenten al gobierno en funciones.

Hoy no podemos engañar a los electores, no podemos salir a decir, como niños regañados, que se están cerrando oficinas, comercios y acabando empleos, porque llegó el Presidente Petro al poder. Es una falacia, una exageración y un embuste artificioso afirmar cosas como esas, cuando la crisis del empleo y de las empresas monopólicas se veía venir desde antes de la pandemia. Las tribulaciones iniciaron hace 20 años cuando empezaron a cerrarse muchas tiendas en los centros comerciales como consecuencia del cambio de hábitos de los compradores que se trasladaron a las ventas en línea. Lo que hizo la Covid-19 fue acelerar todo el andamiaje social, político, tecnológico y económico, para ponernos en un entorno agitado y casi revolucionario, que nos obliga a generar propuestas novedosas, como la solidaridad para paz, la protección ambiental, la economía cooperativa, el nuevo escenario de los derechos fundamentales de la persona humana y el cuadro de las relaciones internacionales exhibido por la ONU y demás organismos multilaterales que luchan cada día por la supervivencia de la humanidad.

Cada estornudo de la mancomunidad de naciones nos afecta y no tenemos ninguna protección para decir que somos únicos y que a pesar de las crisis a nosotros nada nos pasará. La oposición colombiana da vergüenza, porque su actividad no se hace por los canales de la intelectualidad sino de la bajeza y de la crítica malsana, que ve el árbol pero no otea el bosque. Nuestra oposición cree que las inversiones ostentosas o espectaculares rinden más para el prestigio político que la salud, la educación, la vivienda y el agua potable o la organización de la sociedad. La herencia de la corrupción que nos dejó la clase política derrotada (67%) no puede ser superada en 4 años, pero se empieza siempre por desmontar las bandas, cuadrillas y clanes, dedicados al saqueo del tesoro público, para restablecer la moral y las buenas costumbres que enseñaron los abuelos.

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