DERECHA Y ANGUSTIA

Nadie es igual, todos somos distintos. Lo mismo ocurre con las organizaciones. Existen matices y también extremos. Nuestra patria ha sido gobernada por personas buenas y malas. En decenas de gobiernos se ha robado de todo: parte cuantiosa del erario público, tierras privadas, aguas, baldíos y hasta tesoros indígenas. Por eso la política diferenciadora es la que se interesa por el bienestar del pueblo. Que los ricos ganen nos es noticia. Eso hacen todos los días subiendo los precios de los productos y reinventándose en novedosos emprendimientos, con el dinero que todos ahorramos. Lo verdaderamente extraordinario es que los pobres tengan oportunidades y que sean atendidos en sus necesidades de salud, educación y apoyo para su iniciación y crecimiento empresarial.

Los partidos liberal y conservador crearon una nueva clase dirigente, de pequeños oligarcas de la política, a base de darles todo el poder para entregar puestos y adjudicar contratos. Esos nuevos símbolos de jefaturas regionales han concentrado todas las oportunidades, abriéndolas en primer lugar para sus familiares y amigos, después para los más “lambones”, aquellos que no piensan ni sienten, solamente “obedecen al jefe”. No hay norma que sirva para contrarrestar los efectos malignos de esa politiquería que se apropió de las colectividades partidistas. La única posibilidad es volver a barajar y expedir normas más modernas, que reflejen el sentir de las mayorías y que cierren las puertas a los grupúsculos ansiosos de practicar la rapiña estatal. La derecha está angustiada y conspirando para volver al gobierno. Cada día denigran de lo que se hace, la lejanía del poder los tiene confundidos.

Los nuevos partidos, surgidos a partir de la Constitución de 1991 hoy tienen la oportunidad de gobernar. No se pueden dividir, porque las huestes tradicionales están vivas y con ganas de moverles la silla en la que están sentados. Las disidencias en cualquier organización son funestas y nacen de la inconformidad de líderes a quienes les cierran las puertas del ascenso y de las oportunidades. Las sociedades modernas tiene que ser gobernadas por consenso de todos los grupos de poder. El experimento del Pacto Histórico terminó con años de hegemonía partidista, con el gobierno de los poderosos. No puede ser que el dinero ocupe el primer lugar para escalar en la política. Si se cambiara el paradigma y se establecieran reglas para enaltecer a los más capaces y no a los más “lagartos”, el pais cambiaría y la política dejaría de ser tan mezquina y tramposa. Los colombianos no podemos seguir admirando a quienes ascienden a base de engaños, mentiras y estafas. Un buen programa y un buen equipo son la solución para todos nuestros males.

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