En el programa del Pacto Histórico leemos: “Para que podamos transitar por fin hacia una era de paz, Colombia debe brindar verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para la mujer y las diversidades de género y sexuales en el marco del conflicto social y armado. Implementaremos medidas afirmativas que respondan al impacto desproporcionado del que han sido víctimas, garantizando la aplicación efectiva del enfoque diferencial y de género, tanto en el Acuerdo Final de paz, como en los procesos de diálogo político y judicial para el desmantelamiento pacífico del multicrimen en manos de organizaciones armadas.” Por otra parte, el artículo 22 de la Constitución expresa que “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.
La libertad y la paz son principios fundantes de la Carta de 1991 según el preámbulo. El Artículo 188 de la Constitución pone al presidente de la República como símbolo de la Unidad Nacional. Por todos esos precedentes nadie puede llamarse a engaño cuando el Presidente electo lidera el “diálogo Nacional”, buscando consensos para cumplir los objetivos del programa y del plan de desarrollo que aprobará el Congreso. Solamente los dirigentes que aman la guerra, la violencia y las armas, que buscan eliminar al enemigo por todos los medios, salen a proclamar que si no hay oposición a Gustavo Petro, el pais se va a acabar. Son los agoreros de los desastres. La oposición también puede hacerse con el ejercicio serio del control político. Denunciando la corrupción y sus autores, cómplices y auxiliadores. Proponiendo mejores ideas.
Algunos Presidentes, especialmente el Presidente saliente, ni siquiera se leyó, ni entendió el texto constitucional, pues su misión era hacer trizas la paz. Desde la Corte Constitucional se lo advirtieron con varias sentencias que por encima de él estaban los jueces y no quiso creer. O pensó que podía pasarse esa linea roja de la democracia. Nunca dialogó con el pueblo, espacio que reservó solamente a sus amigos y a quienes desde la política lo apoyaron.
En este mandato ocurre todo lo contrario, llega dialogando, abriendo puertas, y aumentando los espacios de concertación. Ya el que no quiera estar allí, por su propia voluntad puede aislarse. Pero estamos seguros de que después de estos cuatro años Colombia será diferente y que otros aires soplarán para avivar la concertación y los acuerdos entre diferentes. Me parece que así lo han entendido los políticos que se están acercando al poder. Además el Presidente como Jefe de Gobierno y suprema autoridad administrativa puede llamar al desempeño de cargos públicos a quien desee, siempre que se ajuste al programa vencedor, con los cambios que la democracia permite. Pero esos acuerdos burocráticos deben ser transparentes y no hacerse en la penumbra, porque el pueblo votó por la verdad y la ética pública.
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