Somos tradicionalistas por esencia, sobre todo cuando lo que existe sirve a nuestros intereses personales. Pero la sociedad y la naturaleza nos dan ejemplo de todo lo contrario. Mientras las personas desean la permanencia, las sociedades y los Estados tienden a ser dinámicos. Los mercados y las necesidades públicas obligan a quienes gobiernan a estar pensando en formas diferentes de afrontar los retos que va presentando la comunidad. La aceleración del cambio impone obligaciones. Los ingresos de las personas también. Cambiar unas cosas por otras es una exigencia del comercio. Lo viejo se va dejando atrás. A veces pintar las cosas antiguas da una imagen diferente al mobiliario de una casa o de una oficina, incluso modificar la posición que tenían. Hay apariencia de cambio. Pero algunas sociedades, como la colombiana, requieren cambios extremos. Hay poderes, organismos y dependencias que no sirven para nada. Otras que es necesario mejorarlas para que aceleren sus decisiones como la justicia. Los organismos de control deben eliminarse y establecer otros mecanismos más rápidos, más equilibrados, más justos y transparentes.
“Lo que anticipaban futurólogos y especialistas respecto al trabajo ahora no es novedad. Surgen nuevas necesidades estructurales acompañadas por la reconversión de roles. Lo pronosticado es obviedad y una realidad, pero como se preveía, nos está superando”. “Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes” (Schwab, director ejecutivo del Foro Económico Mundial, 2016). https://www.ucc.edu.ar/noticiasucc/la-aceleracion-del-cambio. Y si sabemos esto ¿por qué no tomamos las decisiones necesarias para mejorar el comportamiento humano, la producción, el comercio y la industrialización? A veces no lo hacemos por miedo, otras por indiferencia, las más de las veces porque para qué se cambia si todo va a seguir igual.
Las elecciones de 2022 que escogieron Congreso, candidatos y Presidente son una muestra de ese cambio extremo que estamos exigiendo las mayorías. Entre gobierno y Congreso se deben poner de acuerdo para adoptar la reformas constitucionales y legales necesarias. No hay que pensarlo dos veces. Pero las dos ramas del poder (Legislativa y Ejecutiva) deben hacerlo con sabiduría, pensando en el bienestar de todos y no por intereses particulares de quienes solamente quieren enriquecerse a costa de los demás. Un sano equilibrio es lo mejor. Justicia para todos y derechos para todos. Si a eso le sumamos el ejercicio pleno de nuestras libertades podemos llegar al pais cuasi-perfecto. Evitemos que las fuerzas retardatarias nos quiten lo decidido en las votaciones. Ellas siempre están conspirando contra el avance popular. Hoy hay más voces a favor de un Estado moderno. El nuestro no está dando los pasos que exigen el inmediato futuro y la necesidad que tienen los jóvenes de espacios para su desarrollo. Apuremos las decisiones y mostremos al mundo que la otrora “Atenas suramericana” es epicentro hoy de “una nueva revolución social, cultural y política”, que irradia el bienestar para todos.
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