REFORMA DEL CONGRESO

Se empiezan a conocer los proyectos de reforma para el Congreso de la República, iniciando por la reducción del tiempo de receso y la rebaja de los salarios. Pero por otra parte muchos claman por dictar normas contra la corrupción por parte de los políticos, iniciando por quienes ocupan dignidades en la rama legislativa. Hay que decirlo claramente: no puede ser congresista quien ignore la Constitución y las leyes de Colombia o quienes desconozcan el procedimiento para el trámite y reforma de la Carta o de las demás disposiciones que se encargarán de votar. El debate de fondo empieza por mirar lo que está pasando en la administración pública que cada día se convierte en una gestión más especializada. Presidente, Ministros, Gobernadores y Alcaldes, terminan en la cárcel, a veces por actuaciones dolosas y, otras, por ignorancia, pues terminan haciendo todo lo que la ley prohíbe. Personas que pasan del sector privado al público caen en esas inconsistencias, pues desconocen la trama de procesos, procedimientos y disposiciones existentes, que suman miles de folios.

Si administrar es complicado mucho más  es dictar las normas para que los demás las apliquen. Sería ofensivo pedir que quienes ejecutan no puedan cumplir su tarea porque las normas en que se debe basar su gestión son confusas, contradictorias y, a veces, imprecisas. Por ello a los legisladores se les debe exigir cierta sabiduría para entrar y moverse en el entramado e inextricable campo de la función pública. Ocurre a veces que la Constitución dice una cosa, pero hay que esperar la ley que la desarrolle y luego el decreto reglamentario y después la Resolución que explique todo lo anterior. Y eso no es todo hay que revisar la jurisprudencia de las altas cortes y de los tribunales para saber si existe algún apoyo para emprender el camino de la solución al problema planteado.

Las reforma del Congreso, por tanto, implica todas las ideas anteriores, pero además una revisión de la estructura del Estado para que se simplifique la tarea de gobernar y para que quien toma las decisiones sepa cuándo y por qué debe responder. Si no hay una mirada sistémica de la gestión legislativa y funcional, vanas serán las reformas que se hagan por pedacitos, para poner un remiendo aquí y otro allá, pues seguiremos enfrentando los mismos problemas que hoy tenemos. Compilar las leyes debería ser la primera tarea y derogar tanta disposición inútil, que hace que cualquier postura frente a un caso genere dudas internas de los servidores y de la población. Un monje viejo dijo: “Quien desea que sus ideas sean entendidas se expresa de manera clara, salvo que el fruto aún no esté debidamente maduro para ser recogido del árbol. Algunos confunden hermetismo con sofisticación. La verdadera sofisticación reside en la sencillez; consiste en hacer simple una idea elaborada o difícil. La sabiduría es sencilla; la sencillez es una virtud poderosa y rara, indispensable para otras virtudes”. (https://institutoyoskhaz.com/). Así deben ser nuestras instituciones y nuestras leyes, la organización de las empresas y nuestro pensamiento.

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