¿SOMOS ANTIHUMANOS?

La filosofía ha venido elaborando diferentes teorías sobre el antropocentrismo, como un mecanismo para dar al hombre la importancia que requiere, y para demostrar el alto nivel de su dignidad, separando las ideas religiosas de los principios racionales. Esta corriente se opone al consumismo, el hedonismo, la glorificación de la belleza corporal y la explotación del hombre por el hombre. Empecemos por la guerra, que destruye y elimina a la sociedad desde sus bases fundamentales. El asesinato en combate no tiene justificación si antes no se exploró el diálogo y la intermediación para conciliar diferencias. Detrás de esos comportamientos agresivos está también el negocio de la compraventa de armas, que llena las arcas de las empresas y los bolsillos de quienes las expenden. Se mata a inocentes para obtener utilidades.  

Otra forma de mostrar al anti-humanismo es el deseo insaciable de riquezas, base esencial del capitalismo. Especialmente cuando el trabajador se exprime únicamente para alcanzar el máximo desarrollo económico. Las sociedades crecen y se expanden, pero dentro del espíritu humano hay insatisfacción, tristeza, descontento, resentimiento, perturbaciones y anormalidades. En este tipo de sociedad las personas destruyen a los demás para acaparar dinero y propiedades, sabiendo que nadie puede comer más de tres veces al día porque se indigesta o que es suficiente una casa para vivir o un carro para movilizarse. Además, el acaparador de fortunas sabe que nade de eso se va a llevar después de muerto.

Hoy las mejores sociedades son aquellas donde se pueden disfrutar las relaciones familiares, la vida sencilla, el paisaje, los ríos, el mar y hasta las estrellas en una noche solitaria y de meditación. “Un ambicioso negativo o sin límites se caracteriza por: constante búsqueda de metas y desafíos cada vez más difíciles, necesidad de probar que se es capaz de obtener lo que desea. Pero también expresa insatisfacción permanente con lo alcanzado”. La ambición buena es aquella que logra metas y objetivos en el entorno sin afectar o maltratar a los demás. Por eso la política debe encaminarse a formar mejores seres humanos con ambiciones positivas, capaces de crecer en medio de la solidaridad y del respeto por los derechos y libertades de los demás.

Todos los que participamos de una sociedad debemos contribuir a su sostenibilidad en la medida de nuestros ingresos, con criterios de equidad y progresividad, sin pregonar como muchos hacen que la exigencia de mayores esfuerzos tributarios los pondrá a “pedir limosna”. Estos que así hablan no parecen mirar sus propios depósitos bancarios, llenos de excedentes, por actividades que ni siquiera exigen esfuerzo para estar donde están. Otra cosa es que los tributos no autorizan al Estado para despilfarrar como si los gobernantes y servidores fueran parte de un imperio despótico. El derroche oficial hay que acabarlo.

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