POLÍTICAMENTE IGUALES

El pueblo parece no haber comprendido la importancia del voto. Esa capacidad de salir a las urnas y escoger a los gobernantes es una de las mayores conquistas de la historia. Ocurrió hace más de 2600 años en Grecia, cuando un hombre, Clístenes, escogió como amigos a los más pobres y desechó las oligarquías y como compensación por el esfuerzo de aquellos les dio el derecho de votar en todas las decisiones públicas, la igualdad ante  la ley y la libertad de expresión. Ya no eran esclavos de los ricos, sino los mandatarios de esa pequeña Nación. Una vez empoderados de sus atribuciones empezaron a ejercerlas y terminaron por crear una sanción que hoy solamente puede igualarse a una derrota electoral, el ostracismo, que consistía en expulsarlos de la comunidad por 10 años cuando alguno de sus dirigentes se creía superior al pueblo. Muchos de sus líderes sufrieron ese castigo y hoy podemos ejercerlo nosotros gracias a ellos por el poder que nos dan las urnas.

Todos los delitos que se consagran en el código penal relacionados con los mecanismos de participación democrática se han creado para impedir que con el poder económico o la autoridad del gobierno, se afecte la verdad electoral, y se termine eligiendo al más tramposo o al más hábil para trastornar la voluntad popular. Las encuestas hoy están mostrando que el 50% de las personas creen que los ricos terminan comprando las elecciones con el poder de su dinero. Y eso es lo primero que hay que evitar. No puede un ciudadano sentirse amenazado o presionado, sin que exista la voluntad del elector de admitir ese tipo de comportamientos. En primer lugar porque al cubículo, donde se marca la tarjeta electoral se entra solo y, en segundo lugar, porque nadie puede saber por quién votamos, si nosotros mismos no lo decimos al público, a nuestros vecinos o a los supuestos amigos que después están divulgando ese acto confidencial. Tampoco, y bajo ninguna circunstancia, nadie puede exigirnos que tomemos una foto a nuestra tarjeta electoral para que probemos que votamos por tal o cual candidato. Secreto es secreto.

Hay comportamientos corruptos como la celebración de contratos o su prórroga, con el propósito de que quien es contratista vote por determinado candidato, partido o corriente política, o para que lo haga en blanco o se abstenga de hacerlo. La cláusulas que se incorporan estigmatizando a determinado candidato son, además de un delito llamado corrupción al sufragante, (Art. 390 del Código Penal) una violación de derechos humanos fundamentales como son la conformación, ejercicio y control del poder político. El derecho a elegir es inviolable, como también lo es la posibilidad de acceder al desempeño de funciones y cargos públicos. Cuando se vende el voto estamos feriando nuestros derechos y los derechos de nuestras familias. Por eso votemos con libertad, con conciencia de que el cambio social y económico es necesario y de que no podemos dejarnos manipular por los actuales detentadores del poder político ni del dinero. Los partidos, pactos y movimientos alternativos son la mejor garantía de que vamos a mejorar.

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