GANAR EN PRIMERA VUELTA

El artículo 190 de la Constitución colombiana expresa: “El Presidente de la Republica será elegido para un periodo de cuatro años, por la mitad más uno de los votos que, de manera secreta y directa, depositen los ciudadanos en la fecha y con las formalidades que determine la ley. Si ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrara una nueva votación que tendrá lugar tres semanas más tarde, en la que solo participaran los dos candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado Presidente quien obtenga el mayor número de votos…” De esa manera se registra la segunda vuelta como un mecanismo para lograr alianzas multipartidistas y donde se define al ganador. Para muchos observadores ganar en la primera vuelta es muy difícil, por la atomización de partidos y movimientos que participan en las elecciones, lo que demanda un esfuerzo mayor para convencer a los electores, a menos que las alianzas y apoyos mayoritarios se consigan antes de la primera vuelta.

El mecanismo se basa en obtener la mitad más uno de los votos depositados por los electores, lo que daría el triunfo a  quien registre el mayor número de sufragios a partir de la mitad. Por ejemplo, si votan 20 millones de personas en primera vuelta ganaría el que obtenga 10 millones de sufragios o más a su favor. De lo contrario se convocaría la segunda vuelta tres semanas más tarde y el ganador sería quien obtenga el mayor número de votos. La vuelta adicional permite el reacomodo de las fuerza para definir una sola opción política, apoyada por las coaliciones que se integren.

La lucha entonces de los partidos debería ser por ganar en la primera vuelta, si representan opciones diferentes a las maquinarías políticas que han controlado el poder. El término maquinaria puede usarse como sinónimo de organización partidista, semejante a estructura política de un partido donde se respetan y desarrollan objetivos estatutarios sin compra de votos u otros fraudes; o puede usarse la palabra maquinaria con significado peyorativo en el que se compendian actividades ilegales como el uso de cargos del Estado para presionar a los electores o las vinculaciones amañadas de amigos a cambio de votos o compraventa de electores. En Colombia, lamentablemente, se usa más con el significado despectivo, por causa de las malas prácticas éticas que se evidencian en las acusaciones, investigaciones y penas con las que resultan afectados algunos de los integrantes de los partidos o movimientos que usan atajos morales para llegar o mantenerse en el poder. 

El esfuerzo, entonces, de los partidos y movimientos alternativos debe ser el logro de esa mitad más uno de electores que salen a las urnas, porque de otra manera su sueño de poder quedará truncado. Las cuentas son muy claras: la defensa de los partidos tradicionales la hacen quienes han ostentado el gobierno bajo el amparo de artificios politiqueros y, que por ello, no quieren perder sus privilegios. Pero del lado de los partidos y movimientos nuevos están los estratos más desfavorecidos que son la mayoría de los colombianos: 15% estrato 1,   28.90% estrato 2, 34.33% estrato 3, 11.10% estrato 4  y, el resto, se reparte entre estratos 5 y 6, más o menos el 10% restante. Conclusión: los estratos 1,2, 3 y 4 suman el 89.33% del censo lo cual garantiza el triunfo si apoyan al mismo candidato. Si se busca el respaldo mayoritario hay que acudir a los estratos medios y bajos, que son los que quieren el cambio. Pretender que los ricos y acomodados cambien de parecer es un sueño irrealizable. Pero ellos no tienen el número de electores para ganar porque en la democracia la mayoría la tiene el pueblo.  El ejemplo lo vimos en los Estados Unidos donde el Presidente Biden ganó con el apoyo mayoritario de los afrodescendientes y de la comunidad latina. 

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