ABOGADOS OLVIDADOS

En muchas partes del mundo se celebra el día del abogado. En Colombia la efemérides es el 22 de junio. El reconocimiento internacional es el 3 de febrero. ¿Pero sí tienen los abogados algo para festejar? En el Tratado elemental de Eugene Petit encontramos un breve recuento del desarrollo del derecho proclamado primero por los comicios por centurias, y ejecutado con la interpretación de jurisconsultos y magistrados. Dice el autor en la introducción No 32, que “durante mucho tiempo, únicamente los pontífices y magistrados patricios conocieron los secretos del procedimiento”. Fueron tiempos de poder y secretismo judicial, hasta el día en que un hombre llamado Tiberio Coruncanio “primer plebeyo que fue gran pontífice, fue también el primero en dar públicamente consultas sobre derecho”. (Ídem fuente). No tan sofisticado como el derecho romano Hammurabi había expedido uno de los  primeros códigos por allá en los años 1700 antes de Cristo. “Del mismo modo que Ur-Nammu afirmaba haber recibido sus leyes de los dioses, así lo hizo Hammurabi pero, para que quedara totalmente claro, dejó grabada en la parte superior de la estela una imagen de Shamash, dios de la justicia, entregando las leyes a Hammurabi”. (www.worldhistory.org).

Por eso el derecho tomó una importante delantera entre las ciencias sociales, pues su aclamada procedencia divina hacía de las regulaciones jurídicas un tabú cuya responsabilidad estaba en manos de los más connotados agentes de la antigua sociedad. Pero el derecho ha evolucionado de manera vertiginosa, igualmente lo ha hecho la justicia. Y así como en los pueblos primitivos imperaba la corrupción, la era moderna nos puso a caminar por la cuerda floja ante el desprestigio de abogados y jueces. En Colombia somos más de 420.000 abogados en ejercicio, de acuerdo con la Unidad de Registro Nacional. Los abogados enfrentamos desafíos como escoger si laboramos con independencia o nos sometemos a un patrón que paga porcentajes mínimos sobre lo que realmente vale el trabajo que hacemos.  El trabajo por cuenta propia tiene la desventaja de la falta de lealtad, pues hay abogados de todos los precios e, incluso, se contrata cuota litis en la mayoría de los casos. El ejercicio de la profesión en bufetes de prestigio se convirtió en un tema más político que jurídico, pues los gerentes de tales firmas tienen vinculaciones con altos jerarcas de la administración y del sector privado, y cierran las puertas a las invitaciones públicas, pues todo se hace a puerta cerrada y mediante contrataciones directas.

La justicia para el litigante independiente se ha tornado en una tortura pues quien no dispone de recursos suficientes no puede dedicarse a la profesión con autonomía, todo debido a las moras judiciales, que se justifican por parte de los funcionarios en el número de procesos que manejan y que tienen que someter a turnos rigurosos. Los procesos ordinarios son eternos y los ejecutivos duran entre 5 y 15 años. Nadie se explica que un auto de obedézcase y cúmplase tome para la firma del juez 4 o 5 meses o la devolución de un expediente del superior al inferior demore otro tanto. Tampoco es aceptable que los fiscales no asistan a las audiencias cuando es la víctima la que convoca a los representantes de la justicia.  Las vacaciones de los Despachos interrumpen la actividad del jurista y causa demoras injustificadas en las decisiones. Por todas las trabas existentes muchos abogados viven a crédito. Si la justicia por principio es permanente (Art. 228 Constitución), las vacaciones deberían tomarse al vencerse el tiempo para disfrutarlas cada individuo y no como vacaciones colectivas. Tantos abogados y nadie hace respetar el mérito y decoro de tan noble oficio. Por eso en los días de celebraciones no hay nada para festejar.

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