POLITICOS OLVIDADOS

Nada tan terrible para un político que caer en el olvido, siempre creyendo que su palabra y su obra eran imborrables e inmutables. Que su memoria debía prevalecer sobre la amnesia y la ingratitud. Dos grandes hombres escribieron sobre este tema con palabras dignas de recordación: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón. Jorge Luis Borges. Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse o haz cosas dignas de escribirse. Benjamín Franklin”. Pero los políticos caen en la oscuridad del tiempo, sin que logren reivindicarse de sus errores. Y hacen tantas cosas horribles que, casi siempre, ningún esfuerzo de sus familias y amigos les devuelve ante la historia la honra perdida. A veces cuando uno lee las memorias de los políticos no encuentra en ellas más que acciones ajenas, pues ellos apenas se limitan a firmar un contrato o a dar una orden y todo lo demás se debe a gente capaz y ordenada que hace lo necesario para que las cosas salgan bien. Pero los políticos no quieren que el futuro los recuerde así, como dependientes de otros, para que sus méritos sean elogiados, aplaudidos y glorificados. La prueba está en las placas y las estatuas dedicadas a políticos en todas las regiones, pero no a los científicos o creadores de ciencia y progreso humano.

Algunas memorias apenas son trazos de ellos mismos, lo demás lo inventan las manos acuciosas de otros escritores que son las que verdaderamente grafican palabras ampulosas, y llenas de elogios que ellos mismos se dan. Las anécdotas los ponen como los más valientes, inteligentes, acuciosos y benefactores, pero en realidad no lo han hecho con su dinero y sus haberes personales. La gran mayoría de esas abundantes dádivas, las entregaron con recursos del tesoro público, del cual abusaron y con el que corrompieron voluntades y conciencias, ávidas de esas abundantes riquezas mal direccionadas. Su paso por la vida puede contarse en las reuniones y cocteles a los que concurrieron, pero sin producir nada grandioso, magnífico, admirable o impresionante. Ni siquiera sus palabras son propias sino elaboradas por amanuenses y lacayos del poder.

Ese afán de figurar y presentarse como “únicos mesías del poder” es lo que finalmente les cobra la vida, porque cuando mueren toda su riqueza se reparte y sus obras son renombradas con nuevas placas alegóricas que atribuyen las obras a otros gobernantes, recién instalados en las mismas casas veraniegas, que otrora todos creían que eran propiedad del desaparecido dirigente. Ah, “vanidad de vanidades, y todo vanidad”, cuando sabemos que la tierra o el fuego convertirán los cuerpos en polvo y ceniza. Todo poder es efímero y toda gloria es pasajera. Bajémosle a la soberbia con la práctica de la humildad y del silencio. Nadie es necesario y menos en una sociedad de seres inteligentes como la nuestra.

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