CORROMPIENDO DEMOCRACIAS

Creer que la democracia antigua se limitaba a levantar la mano para votar una o varias decisiones propuestas por los líderes de Atenas y de las primeras ciudades Estado es condicionarla a aspectos puramente electorales. La democracia es una forma de vida, es la integración de los gobernantes con el pueblo, es la aceptación del pueblo de quienes lo dirigen con amor y con paciencia. Pero lo fundamental de la democracia moderna es la transparencia. Que todo lo que se hace desde el poder se conozca, porque los gobernantes son “servidores del Pueblo” y no al contrario. Otro punto que caracteriza la democracia es que rompe los privilegios  mediante la aplicación del principio de igualdad. No hay títulos ni honores, ni decisiones que crean prerrogativas o ventajas en favor de unos pocos. Hoy las tecnologías de la información nos permiten incrustarnos más en la compleja maraña estatal y saber de primera mano qué hacen los gobernantes con el dinero que se recauda en impuestos. Con los computadores podemos participar de todas las decisiones y escoger qué es lo mejor para la comunidad. Eso se puede hacer a base de encuestas.

Los que aspiran a gobernar deben ser serios y sinceros. Tienen la obligación moral de cumplir lo que ofrecen en las campañas. Deben rodearse de personas competentes y honradas. No pueden establecer un dicotomía entre la ley y la ética. Los principios morales son eternos y la ley la cambiamos a nuestra conveniencia. Luego, los principios éticos deben ser respetados. Por eso las estadísticas muestran que Colombia tiene poco peso en el mundo en políticas de lucha contra la corrupción. Nos ganan Chile y Uruguay. Estamos entre 30-39 puntos de 90-100, en el mapa mundial de la corrupción. Las normas anticorrupción existentes son cómodas para los que quieren afectar el tesoro público. No hay guardianes en la heredad. Esta fue una década perdida según Transparencia Internacional. En los últimos dos años en Colombia, de 10.490 imputaciones solamente se han proferido condenas en 1759 casos por corrupción. La defraudación ha sido multimillonaria. El voto por el cambio es necesario y urgente. Desplacemos a quienes se están lucrando ilegalmente del dinero que pagamos en tributos. Si los jóvenes, de todos los géneros ayudan, la transformación social es posible.  Sí, el voto se traduce en vida, salud, educación y derechos sociales, económicos y culturales. En cambio, la desidia y la indiferencia frente a la política sostienen a los corruptos.

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