CONGRESO: ¿LO NECESITAMOS?

Si fuera un verdadero representante de la democracia y ajeno a la corrupción, sí. Pero para seguir siendo un intermediario ante el gobierno para el reparto de puestos, contratos y apoyando a quienes han defraudado la confianza pública con su comisión de investigación y acusaciones, no. Las tecnologías de la información y las redes sociales nos tienen pensando diferente. Hoy vivimos en un mundo más cercano, donde la información fluye desde todos los frentes. Y si bien hay información cierta y falsa, cada una es complemento de la otra, son las dos caras de Jano. Según la mitología romana, Jano es el dios de las puertas, no sólo en sentido físico, sino vital. Es el dios de los cambios, los pasos y las transformaciones, por eso a él se consagran las puertas y umbrales. Simboliza el devenir de la vida, la evolución, y por eso tiene dos caras, representando la incertidumbre de lo que está por venir. Sus dos caras (Jano Bifronte), le permitían vigilar hacia adelante y atrás simultáneamente y ver pasado y futuro.

El shock del cambiodesigna la desastrosa tensión y desorientación que provocamos en los individuos al obligarles a una evolución excesiva en un lapso de tiempo demasiado breve”. Toffler lo expresó bien en su libro: “para poder realizar estos cada vez más numerosos y rápidos cambios en nuestras vidas interpersonales, debemos ser capaces de operar a un nivel de adaptabilidad que jamás se había pedido a los seres humanos”. El Estado y el Gobierno que necesitamos es uno que responda rápidamente a las crisis, que disponga de los recursos necesarios para aportar soluciones y que despierte el entusiasmo del pueblo. Pero fundamentalmente que el dinero público no se lo roben los propios servidores del Estado, ni sea despilfarrado mediante maniobras de abusos burocráticos excesivos o gastos superfluos. Tampoco se puede tolerar que el sector privado use prácticas deshonestas.

Esos controles los establece el Congreso mediante leyes, pero este Congreso que tenemos es un mal ejemplo de austeridad y de honradez, como está evidenciado en la cantidad de procesos y decisiones judiciales que se han tomado en los últimos años contra la clase política, no solamente por causas penales, sino, además por fraude electoral y por constreñimientos contra ciudadanos exigiendo dinero para obtener beneficios del Estado. El 80% de los actuales Congresistas debería salir del ejercicio de funciones en esa rama del poder público. Y para eso están en juego los nombres de personas limpias y que han servido a la patria en el deporte o en actividades privadas, sin mancha alguna en su reputación. Apuntemos nuestros votos a la gente nueva y a partidos y movimientos alternativos que ofrecen trasparencia y renovación, sin los lastres de pertenecer a familias adineradas que a cambio de elegir a uno de sus miembros, estos tienen la obligación de conseguir puestos y contratos para sus parientes. Sanear la política es limpiar el Congreso o sustituirlo por el poder de las redes sociales.

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