POLITICA PURA Y DURA

La elección de contralores territoriales es la más notable de todas. En la mayoría de los casos que ha informado la prensa ya se sabía quién iba a ser el Contralor. Y allí empieza la farsa. ¿Cómo se identifican los futuros servidores del control fiscal sin haber presentado exámenes, ni haber sido evaluadas sus hojas de vida? La cosa es muy sencilla los que eligen ya se han repartido todo. Y esa es la parte triste de quienes como “majaderos” se presentan a una invitación pública, donde se escoge una terna, previamente señalada por quienes manipulan los exámenes y, posteriormente, quitan y ponen puntos a los que nos les interesa que lleguen a los tres primeros puestos. Y listo, de ahí en adelante todo depende de los cargos de libre nombramiento y remoción, de los contratos de prestación de servicios, del silencio para con los amigos que contraten con la entidad territorial y de los ataques contra los enemigos de la administración que no estén de acuerdo con el jefe del contralor respectivo.

Es una lástima que la politiquería se haya convertido en un poder de tanta magnitud que como autores de sortilegios sepan con anticipación quien será el escogido para un cargo donde se manejan millonarios recursos de la ciudadanía. Hasta ahora los Contralores escogidos según las críticas de cada región, no dan garantías de que el rescate de las afectaciones patrimoniales que se puedan presentar serán prioridad en la gestión de los contralores. Por el contrario, seguirán aumentando los archivos de expedientes, la mayoría sin transparencia ni publicidad, y el daño crecerá porque los agentes fiscales no serán responsables del patrimonio que se pierda. Pero eso sí, las nóminas serán abultadas y el compadrazgo brillará en todas las actuaciones.

Hay dos posturas en el país: una, suprimir las contralorías y crear tribunales de cuentas, con magistrados escogidos por concurso de méritos, ese sí contando con criterios de objetividad y ética pública; otra,  dejar las cosas como están lo que tiene a la clase política en defensa del statu quo, porque no quieren cambiar esa “guaca de oro puro” que manejan desde las corporaciones públicas, no obstante que el efecto en la vigilancia fiscal sea torpe o amañado. Hay que dar un vuelco a las instituciones colombianas porque el gobierno está organizado de tal manera que la actual clase política domina todos los niveles administrativos y niega el acceso a quienes no se arrodillan a sus deseos o malas inclinaciones. Y esto ocurre a pesar de que dicha función ha sido reconocida por la Corte Constitucional como una herramienta eficaz e idónea para la protección del patrimonio público, a través de (i) la verificación del correcto manejo de los recursos públicos y (ii) el establecer si en el ejercicio de la gestión de los recursos colectivos se cumplen las normas que sujetan a la administración en términos de legalidad y se asegura el cumplimiento de los fines constitucionales y misionales de cada una de las entidades. Pero eso no puede lograrse con el mecanismo de elección de los actuales contralores o contraloras, ni con la influencia politiquera sobre un organismo de carácter técnico como debería ser el ente de control fiscal.

Pero hay otra perla: el Presidente Duque afirmó en Barranquilla que no permitirá que Colombia caiga en manos de gobiernos parecidos a los de Venezuela o Nicaragua. Eso quiere decir que él tiene el poder de imponer al próximo Presidente ¿y que los colombianos que votan están pintados? Fue una pésima intervención ante tanto jurista porque defendió el régimen democrático pero dejó la duda sobre la supuesta tiranía electoral que establecerá para cumplir esa promesa de impedir cualquier cambio de régimen que no sea el que él quiere y sus amigos desean. Esa si es una amenaza de intervención política pura y dura. Veremos qué dice la Procuraduría y la famosa comisión de acusaciones del Congreso. ¿Lo impedirá con fraude o lo impedirá con las armas de la fuerza pública?

Esto dijo el Presidente Duque en entrevista con el Diario EL HERALDO de esa ciudad: “Que Colombia es un país grande, resiliente y dinámico, con una vibrante economía de mercado con sentido social; y que en el 2022 no dejaremos que caiga en el errático camino que ha destruido a Venezuela y Nicaragua y otros lugares del hemisferio. Colombia es un modelo de pluralidad democrática y siempre lo será.

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