DEMOCRACIA ¿CUÁNTO VALES?

Una verdadera democracia se manifiesta en la aceptación que tiene el pueblo de sus instituciones representativas. Pero éstas no pueden ser el reflejo de la elites gobernantes, sino de la voluntad de todos. Las últimas encuestas han evidenciado que la Presidencia de la República, símbolo de la unidad nacional, va en franco deterioro y que quienes ha desempeñado ese honroso cargo, salvo contadas excepciones, han defraudado la confianza del pueblo, no solamente desde el punto de vista personal, sino porque se han rodeado de “canallas”, que han mostrado poco respeto por la ética pública y los principios fundamentales de la democracia. Pericles en su discurso fúnebre a los hombres caídos en combate describe bien cómo Atenas llegó a su grandeza y empieza por la forma de gobernarse y gozar de los privilegios estatales: “Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.” (Prieto F.1989).

La Comisión de derechos humanos de la ONU ha recomendado los siguientes puntos como elementos esenciales de la democracia: respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales; libertad de asociación; libertad de expresión y de opinión; acceso al poder y su ejercicio de conformidad con el imperio de la ley; la celebración de elecciones periódicas, libres y justas por sufragio universal y por voto secreto como expresión de la voluntad de la población; un sistema pluralista de partidos y organizaciones políticas; la separación de poderes; la independencia del poder judicial; la transparencia y la responsabilidad en la administración pública; medios de comunicación libres, independientes y pluralistas. Por estas razones Colombia no es una verdadera democracia sino un remedo de la misma, pues la igualdad entre quienes ejercen el poder y el pueblo es apenas una pantomima, y el poder se ejerce por las élites a base de abusos abiertos o simulados, produciendo leyes  que van en contra de los principios de la justicia. El mérito es un engaño y todos los instrumentos de escogencia de altos servidores, mediante convocatorias públicas, están soportados en fantasías de transparencia, porque en el fondo cada cita ya tiene un ganador previamente escogido bajo los escondites de la mentira y la farsa. No ganan los mejores, sino los amigos del poder que se esconden detrás de bambalinas tornasoladas.

Y en cuanto a elecciones por medio del voto, está demostrado con la Sentencia de ocho (8) de febrero de dos mil dieciocho (2018), Radicación número: 11001-03-28-00-2014-00117-00, proferida por la Sección Quinta del Consejo de Estado, que todavía se cometen fraudes graves contra la voluntad popular  pues los demandantes señalaron que, dentro de la elección acusada, se presentaron diferencias injustificadas entre los formularios E-14 y E-24, que afectaron el E-26SE y el acto de elección. Allí se encontraron datos contrarios a la verdad, como consecuencia del trámite dado a las solicitudes de recuento originadas en diferencias iguales o superiores al 10% entre las Corporaciones de Cámara de Representantes y Senado de la República. También han denunciado  por los medios de comunicación falta de garantías por compra de votos, irregularidades en el manejo del software de conteo de votos, y falta de transparencia en algunos jurados donde sus integrantes no representan sino al propio gobierno como ocurre en los consulados. Dinero, trampas y delitos, constituyen un entramado de fraudes que pueden variar la voluntad de los electores, poniendo a personas indeseables al frente de importantes cargos de elección popular.  Todo es posible, si la corrupción prevalece sobre la moral pública.

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