TODO NOS LLEGA TARDE ¡HASTA LA MUERTE!

Este hermoso poema de julio Flórez, nos recuerda que la existencia humana es efímera y que por mucho que nos afanemos en la vida, todo lo bueno que deseamos puede ocurrir cuando ya para qué, si ya no lo necesitamos. La parca solamente llega cuando a ella le toca. Así ocurre en la administración pública, porque en la mayoría de los casos las personas aspiran a un cargo y cuando piensan que pueden seguir en él se termina el periodo y lo tienen que entregar a otro, a veces a un contradictor. Se han presentado casos en que los gobernantes no quieren entregar el puesto y se encierran en sus despachos a firmar los nombramientos o contratos que les quedaron sobre el escritorio; otros buscan por todos los medios, legales e ilegales aplazar la entrega, modificando normas si pueden o alegando excusas que a veces los nominadores o los jueces les validan. Pero al fin tienen que dejar el cargo tan amado. Es para ellos (ellas) como una especie de muerte de la cual quieren resucitar en cualquier momento para volver al principio de lo que tuvieron.

Los tiempos en la administración empiezan a contarse desde el primer día del plazo autorizado por la constitución o la ley. Por eso el verdadero gobernante sabe que debe prepararse mucho antes para dirigir y llegar a tomar decisiones rápidas y oportunas, valiéndose de todos los instrumentos que tiene a su disposición. No hay que perder un solo minuto, porque los años del mandato se extinguen a partir de la posesión. Hay un tiempo corto de ascenso y de victorias, que según la frase ya manida son los primeros 100 días, en que se ve por parte de la ciudadanía si el gobierno tiene dirección y objetivos o no. Y desde esa fecha empieza el calvario de las críticas bien o mal intencionadas, que reflejan el “este no va a servir para nada” o “ese puesto como que se lo regalaron”. Y así pasa en todos los lugares y todas las latitudes, pues el apego al poder hace que los mandatarios se crean eternos, que desde su arribo ha empezado el día de la creación, y que después de él (ella) nada volverá a ser igual. Pero hay dos grandes equivocaciones en esta postura: la primera, que el paso del tiempo es inexorable y que detrás del mismo cargo hay muchos aspirantes, que por todos los medios tratarán del sacar al que lo ocupe, lo antes posible. Y, la segunda, que la memoria humana es frágil, que pronto se olvida lo bueno y lo malo que se ha ejecutado por el gobernante saliente. Por eso la mejor actitud es no volver a los cargos ya desempeñados y buscar oportunidades en otros campos de la actividad humana. Todo esto sin contar que si se han autorizado o firmado actos administrativos o contratos irregulares, se pasarán por lo menos 20 años dando explicaciones a los organismos de control y a la Fiscalía, con el riesgo de perder la libertad y todo el patrimonio familiar.

Muchos gobernantes creen que su gestión es la más relevante y gloriosa de todas, pero se equivocan porque mientras están en el poder son pocos los contradictores que se atreven a cuestionar. Pero fuera de la protección que da el mando, los errores y las equivocaciones salen a relucir y ya no hay tiempo de enmendar. El último año de un gobernante siempre será “cuesta abajo”. Nada detiene la caída, ni la salida y es que en ese lapso todo se vuelve conflictivo, la mayoría de los subalternos no quieren obedecer, los aliados desaparecen y solamente están preocupados por quién será el que ocupe la silla abandonada, para continuar las genuflexiones y la práctica del rito de la “obediencia debida”. Ese ritmo de alabanza y vituperio es la melodía de la administración pública, pues al final todos desean al que está en el poder que “con tal que se vaya, aunque la vaya bien”. Ese es el periodo final que estamos viviendo con el gobierno nacional que termina en 2022. Las grandes obras llegarán tarde, la honestidad llegará tarde y el juicio político llegará tarde. Como llegó tarde el fallo de Reficar y otros que nunca verán la luz o las obras de Providencia que ofrecieron ejecutar en 100 días y hoy van en el 47%. Excusas, excusas, porque “todo nos llega tarde…la bonanza después de la tragedia, la alabanza cuando ya está la inspiración inerte”.

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