NOBEL DE PAZ AL PERIODISMO

Todos los periodistas y los que opinamos sobre temas de interés nacional e internacional, estamos de plácemes por el galardón otorgado a dos periodistas este año 2021. El Comité del Nobel en Oslo reconoció su trabajo por la libertad de expresión en Filipinas y Rusia. “Sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión que es una precondición para la democracia y la paz duradera”, dijo el organismo. No se trata, entonces, de cualquier reconocimiento sino de orientar a la opinión pública sobre tres (3) materias fundamentales para la convivencia humana: poder hablar sobre cualquier tema sin restricciones generadas por el poder, la democracia y sus valores y la paz duradera. Es importante destacar que es la primera vez desde cuando se creó este premio hace 120 años que se otorga al periodismo que, de manera independiente, enfrenta las consecuencias derivadas de desenmascarar el secretismo de Estado y luchar por el reconocimiento del poder de los pueblos.

Nada más odioso que muera una persona por decir la verdad o por ayudar a encontrar a los tramposos y mentirosos que se escudan en la protección de las fuerzas del Estado para cometer toda clase de atropellos contra los derechos fundamentales o contra el patrimonio de la Nación. Si algo debe caracterizar al gobierno es su transparencia de manera que como un joyero de cristal muestre todas las piezas que se encuentran dentro de él. De ese modo el gobernante no tiene que actuar en la oscuridad, ni en reuniones clandestinas, porque su comportamiento puede ser juzgado y avalado por todos. La confianza en quien tiene el poder es fundamental para que los ciudadanos paguen sus impuestos, defiendan al servidor público y estimulen a quienes corren riesgos en defensa de la patria. Pero cuando las propias fuerzas del orden esconden pruebas o cometen actos por fuera de la ley, como hurtos, secuestros o asesinatos, la ciudadanía recibe con asombro esas noticias y reclama castigos ejemplares contra quienes defraudan la confianza pública.

La Corte Constitucional ha dicho que existen discursos especialmente protegidos por el derecho internacional dada su importancia para la democracia o los derechos humanos, entre los que se encuentran: (1) los de contenido político o sobre asuntos de interés público; (2) discurso sobre funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones y sobre candidatos a ocupar cargos públicos y (3) los que expresan elementos esenciales de la identidad o dignidad personales. Y si bien, ha repetido que la libertad de expresión no es absoluta, el campo restringido debe ser tan preciso que ni el constituyente ni el legislador pueden afectar el núcleo esencial del derecho a expresar libremente opiniones controversiales. Es mejor, en todo caso, el abuso de la prensa desde su orilla como veedores en representación de los ciudadanos, que el de los gobernantes, que dilapidan los recursos públicos, cometen actos de nepotismo, violan derechos de las personas, incurren en inhabilidades e incompatibilidades y conflictos de interés, con el fin exclusivo de conservar y ejercer el poder en beneficio de ellos mismos y no de la comunidad.

Coincide pues la Corte Constitucional con el Comité del Nobel en que el derecho fundamental a la libertad de expresión goza de un grado reforzado de protección, el cual se fundamenta en (i) consideraciones filosóficas sobre la búsqueda de la verdad; (ii) razones derivadas del funcionamiento de las democracias; (iii) motivos atinentes a la dignidad y autorrealización individual; (iv) consideraciones sobre la preservación y aumento del patrimonio cultural y científico de la sociedad; y (v) en motivos históricos y consideraciones prácticas sobre la incapacidad estatal de intervenir apropiadamente en esta esfera. Gracias a esa decisión internacional tenemos que alegrarnos de que haya más periodismo y menos abuso del poder a través de los gobernantes.

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