NINGÚN PERSONAJE O PARTIDO DESTRUYE LA PAZ

En la pagina Web de la UNESCO encontramos esta declaración: “La paz no es solamente un valor que deba regir las relaciones internacionales. La paz es también un derecho humano del que todas las personas, los grupos y los pueblos somos titulares: todas y todos tenemos derecho a vivir en paz; todas y todos tenemos derecho a una paz justa, sostenible y duradera. La paz no es sólo ausencia de conflictos armados, internos o internacionales. La paz es un concepto mucho más amplio y positivo que engloba el derecho a ser educado en y para la paz; el derecho a la seguridad humana y a vivir en un entorno seguro y sano; el derecho al desarrollo y a un medio ambiente sostenible; el derecho a la desobediencia civil y a la objeción de conciencia frente a actividades que supongan amenazas contra la paz; el derecho a la resistencia contra la opresión de los regímenes que violan los derechos humanos; el derecho a exigir a todos los Estados un desarme general y completo; las libertades de pensamiento, opinión, expresión, conciencia y religión; el derecho al refugio; el derecho a emigrar y participar en los asuntos públicos del Estado en el que se resida; y el derecho a la justicia, a la verdad y a la reparación efectiva que asiste a las víctimas de violaciones de los derechos humanos.” (énfasis propio)

Todo el contenido de esta proclama nos compromete a quienes participamos de las actividades de la sociedad civil y política a defender la paz como derecho y como valor jurídico, aún expresándonos en contra de quienes defienden la guerra como paradigma de sus actos personales o como programa de partido. Si viviéramos en guerra permanente la humanidad no tendría futuro, incluso los recursos de los que nos provee la tierra desaparecerían. Por eso el activismo en favor de la paz es requisito de vida y de supervivencia de la raza humana. Las armas no aportan ninguna solución, porque con ellas mismas perdemos la vida. Esa opción nos llevaría a que solamente sobrevivan los que aplican “la ley de más fuerte”. Ningún Estado debería defender la estabilidad con la fuerza de las armas, Este instrumento debería desaparecer como mecanismo de solución de controversias. Por eso en la antigüedad se decía: “maldito el hombre que inventó armas capaces de matar a distancia”. Los juegos olímpicos de la antigüedad eran una muestra de perfección del cuerpo humano, de su fuerza y su belleza; hoy los encuentros deportivos los hemos convertido en una excusa para imponernos a los demás como potencias mundiales y no como factor de unidad.

La paz es también un valor jurídico, fundamento de la igualdad y de la libertad de las personas. La guerra de hoy no es como la guerra de ayer. La existencia de armas más letales y autónomas en la vida moderna nos permite concluir que toda confrontación bélica puede terminar con la extinción total de los enemigos combatientes, es decir, es posible que en una guerra moderna nadie se salve. Tomar una decisión de esa naturaleza va en contra del principio de supervivencia que es parte esencial de la naturaleza humana y animal. La guerra solamente se explica en los Estados totalitarios modernos que se preparan para el exterminio basados en ideales políticos abstrusos, inentendibles, a veces macabros. El establecimiento sólido de relaciones pacíficas entre contrarios es un movimiento que debe emprenderse en la sociedad colombiana. La paz es una necesidad fundamental para hoy y para el futuro. Las personas enemigas de la paz o los partidos que se fundamentan en las armas deben ser ignorados por los electores, que cambian las personas y los regímenes violentos con el poder de su voto. La mayoría de los pueblos del mundo, que no se lucran de la violencia, prefieren la paz a la guerra interna o externa.

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