LA MUJER PASADO PRESENTE Y FUTURO

Siempre he discutido como académico que las bases históricas son la mejor fuente de conocimiento de todo lo que es hoy la humanidad.  A pesar de las confusiones en cuanto a fechas, el aprendizaje debe tener soporte en el origen de las instituciones. A partir de allí podemos estudiar su evolución. Soy recurrente hablando de la importancia del Impero Griego, no tanto por sus guerras, como por haber compilado parte del conocimiento antiguo. Si no hubiera sido por ellos, muchas de las instituciones que hoy nos rigen se hubieran perdido en medio del descalabro de tantas civilizaciones que desaparecieron por el odio y los enfrentamientos entre reyes y pueblos. Pues bien, las Tragedias griegas no solamente reflejan la idiosincrasia de un pueblo, sino el respeto a ciertos principios y mitos ancestrales. Incluso, podemos hallar las bases de conceptos jurídicos modernos. Si hablamos, por ejemplo, de derecho y género, pensamos que las luchas feministas se dieron a partir del siglo XVIII cuando Mary Wollstonecraft inicia con su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) la larga tradición del feminismo anglosajón.

La autora señaló que los hombres ejercían una verdadera tiranía sobre las mujeres en el ámbito de la familia y del hogar, y cuestionó el matrimonio como base de la sociedad. Seguramente, debió ser asidua lectora de textos antiguos y encontró el concepto de libertad en Las Suplicantes de Esquilo (467-458 aC), un texto que cuenta la historia de las hijas de Dánao, que eran requeridas en matrimonio por sus primos, hijos de Egipto, para desposarse cada uno con su senda esposa. Ellas huyen aterrorizadas y se refugian en Argos, donde el Rey de los Pelasgos les da protección y hospedaje. La boda no podía realizarse por quebrantar la ley que prohibía el contacto incestuoso con los hombres. Libres y doncellas debían permanecer. Las fugitivas se acogen a la protección del derecho de la ciudad y rechazan el enlace porque se está forzando la voluntad de las pretendidas. El Rey pregunta cómo debe manifestar su piedad a favor de ellas y responden: “Cuando nos pidan los hijos de Egipto no nos entregues”.

Entonces, el Rey consulta al pueblo, y los ciudadanos fallan a favor de las mujeres bajo amparo, pues según las leyes antiguas, “quien a suplicantes acoge la prosperidad asegura”. Después de las amenazas y negociaciones, el Rey concluye: “Por lo que toca a éstas, si persuadirlas logras con dulces y dispuestas razones, y si a ellas les place, podrás llevarlas. Por violencia no.” Aquí vemos desarrollados dos derechos muy importantes: el derecho de asilo y el derecho a la libertad. Y esto nos demuestra que desde tiempos inmemoriales, las mujeres gozaban de poderes de decisión y capacidad para optar por una u otra posibilidad, frente a los potenciales abusos de los hombres. Desde esa legendaria mitología hasta la fecha, la mujer ha avanzado en derechos como la autonomía frente a la decisión de abortar, no discriminación por embarazo, licencia de maternidad y embarazo, penalización del acoso laboral, igualdad salarial, derechos sociales, económicos y culturales y, por supuesto, la consolidación de sus derechos fundamentales relacionados con la dignidad personal. Es un error, por tanto, creer que las luchas feministas son modernas, cuando desde antiguo las mujeres han sido reinas, investigadoras, científicas, ocupando importantes puestos de poder en la sociedad. Otra cosa es que no se les haya hecho el reconocimiento mediático necesario. Pero en las sociedades de hoy esa gratitud no se le niega a ninguna persona para exaltar sus méritos y acciones en beneficio de toda causa noble. Seguramente el tiempo futuro será mucho mejor y más garantista para las nuevas generaciones de mujeres.

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