PRESIDENTES PARA LA GUERRA O PRESIDENTES PARA LA PAZ

3d render, hands wrapped with red ribbon isolated on white background. Peaceful protest in Belarus 2020, fight for human rights. Social justice symbol.

La paz ha sido el gran fracaso de la Constitución de 1991, porque en todos los documentos que uno lee sobre el texto constitucional la idea era cómo eliminar la violencia, ser un gran encuentro de conciliación nacional, un nuevo pacto social de tolerancia a las ideas ajenas, conformaban partes esenciales de esa reforma que al principio se pensó que fuera parcial, sobre temas específicos y terminó siendo un cambio de fondo de la Carta Política de 1886. La Constitución anterior era presidencialista, autoritaria, desligada de las necesidades sociales y de los temas relacionados con derechos humanos y derecho humanitarios. Falló la Constituyente en no bajar del pedestal al Presidente, que es un ser humano como todos nosotros y no un monarca, como ellos se creen con todas las facultades que le dejaron, sin medir realmente los contrapesos para ese poder, que eran los organismos de control, (Contraloría y Procuraduría) y otros de nueva creación como la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía dentro del sistema Penal acusatorio y, por sobre todo, no transformaron la Registraduría Nacional que es un foco burocrático y de compraventa de votos, como se ha demostrado con todos los procesos existentes, las cédulas falsas, las miles de acciones electorales falladas por violación de las normas en que deberían fundarse y por la politiquería que aún hoy no ha cesado.

Si solamente dos artículos de esos 380 se hicieran cumplir en forma estricta como son el 11 que expresa “el derecho a la vida es inviolable” y el 22 que afirma “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, Colombia entera sería un paraíso. Además, la vida y la paz son conceptos que se citan en el preámbulo, que hace parte integral de la Constitución. En la ponencia para primera debate en plenaria, el Constituyente Diego Uribe Vargas afirmó: “las incitaciones a la guerra y a la violencia, la prédica del odio y de las soluciones de fuerza, son descaradas violaciones al derecho a la paz, que debe ser respetado tanto por cada ciudadano, como por los órganos del Estado.” (Gaceta 82 Pag.2).

Los Expresidentes Pastrana y Uribe intentaron la paz, pero olvidaron que las Farc principal grupo guerrillero en Colombia no estaba derrotado y, ni aún hoy, podemos afirmar que está ganada la batalla contra los grupos de violencia organizada, no obstante que los enfrentamientos modernos se hacen en algunas regiones con armas autónomas que son más inteligentes y letales que nuestros batallones que se dejan infiltrar. El expresidente Santos firmó la paz, obtuvo el nobel y ni con las reformas introducidas a la Constitución el derecho a la paz (así sea parcial) se respeta. El ciudadano del común se siente inseguro y amenazado, la vida no se protege ni dentro del hogar. Más del 80% de los encuestados creen que las cosas en este gobierno están empeorando (Invamer), casi el 80% desaprueba la gestión del Presidente, más del 50% desaprueba la gestión de la policía, la Procuraduría y la Contraloría y, para completar, más del 60% rechaza las actuaciones de la Fiscalía, el Congreso, la justicia y los partidos políticos. ¿Es o no necesaria una reforma a fondo o parcial de nuestras actuales instituciones? Claro que sí ¿o vamos a esperar que todo se resuelva de estallido en estallido social, sin afrontar la realidad de que nuestro sistema está haciendo aguas? ¿Seguiremos votando por la guerra o votaremos por la paz en 2022?

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