PRESIDENTE QUITELE GASOLINA A LA POLARIZACIÓN

Muchos países tienen iguales o peores motivos para estar en medio de este ambiente conflictivo que vivimos. Basten dos ejemplos recientes: los Estados Unidos vivieron unas elecciones bastante difíciles, bombardeadas por noticias inquietantes de fraude y violencia racial. Hoy el país del norte está recuperando la calma gracias a los mensajes que desde la Presidencia y la Vicepresidencia se publicitan para todo el mundo, dejando abiertas puertas y ventanas para el diálogo, salvo contadas excepciones; Perú, un vecino nuestro, pasa por tiempos de incertidumbre, debido a la poca diferencia entre el ganador y la candidata perdedora, que incumplió su promesa de respetar el resultado y que a base de cuestionamientos sin pruebas ha pretendido revertir la votación que, poco a poco, la organización electoral de esa nación consolida y respalda, con argumentos que desde el derecho electoral son válidos en cualquier certamen de ese tipo. El presidente encargado ha salido a defender los comicios, incluso ha puesto en cintura a los militares retirados que se enfocan en poner en dudas sus propias bases democráticas.

Colombia, por el contrario, a pesar del mandato constitucional que instituye al Presidente como símbolo de la unidad nacional, (Art. 188) cada día se calienta más desde las bases hasta las mismas alturas del poder. Empezando por el propio mandatario hasta el más humilde seguidor de sus ideas políticas, pasando por Ministros, Gerentes y Consejeros, mandan mensajes de odio, beligerancia, pelea, contradicción y hasta amenazas, contra aquellos que están es la otra orilla del gobierno. Es decir, en vez de apagar el incendio, siguen echando combustible a la grave polarización ciudadana. Thomas de Kempis afirmaba: “consérvate primero tú mismo en paz y luego podrás llevar la paz a los otros”. Y Benito Juárez, repetía: “el respeto al derecho ajeno es la paz.” Y es así, porque si en las cumbres se encuentra la paz desde allí debe ser irradiada a todas las personas. Pero cuando desde el olimpo llueven rayos y centellas, eso mismo se reflejará sobre la faz de la tierra. Si un gobierno ve que se están cometiendo delitos debe denunciarlos y esperar a que la justicia decida, no presionarla.

Hace mucha falta que en la silla presidencial se sienten personas humildes, con un corazón liviano donde no prevalezca la soberbia, porque a veces en el cuerpo de uno que siempre afirma condiciones personales sencillas puede haber un dictador o un emperador, capaz de sacrificar una república por la defensa del poder y de los privilegios. Muchas normas del código civil ponen como ejemplo de buena administración al “paters familia”, que en la sociedad patriarcal típica de la antigüedad, era la persona que trabajaba para sustentar a la parentela y tomar las armas en caso de confrontación. Alrededor de este giraba todo, era el dueño legal del hogar y de sus miembros. Era la máxima autoridad dentro de la estirpe ya que disponía de la patria potestad. Así se creó la imagen de los buenos gobernantes que cuidaban las ciudades Estado, los imperios y los reinos. Hoy sí que necesitamos de un buen ejemplo desde el gobierno para que pensemos en los tiempos de la paz y no en los de la guerra.

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