SUFRAGIO UNIVERSAL: FUNDAMENTO DE LA VERDADERA DEMOCRACIA

Nadie duda que la democracia primigenia tuvo origen en Atenas, y que entre Clístenes y Pericles, forjaron uno de los sistemas más admirados por el mundo moderno. No obstante la forma de hacer democracia es aplicada desde diferentes puntos de vista, porque unos creen que el derecho de la tierra da el máximo poder, otros que el capital y los más que el sufragio universal. En este punto podemos decir que los primeros votantes no fueron más del 10% de la población existente en el momento, pues solamente los propietarios o los que supieran leer y escribir podían participar en elecciones. Después llegó la liberación de los esclavos y, finalmente, la lucha de las mujeres por la igualdad. Hoy podemos sentir vientos de democracia en la mayor parte del mundo civilizado a pesar de las maniobras que se hacen desde los gobiernos para manipular el poder y violar las reglas del ciudadano integral cuyas notas esenciales son el conocimiento, las virtudes, el humanismo, la innovación, la defensa de la vida y de la verdad, los valores éticos y la educación para la libertad.

En estos tiempos, entrar a un cubículo para votar es enaltecer la historia humana y recrear los principios y derechos fundamentales de todos y cada uno de nuestros ancestros. Además, basados en la aceleración del conocimiento científico, también al votar sentamos los cimientos para la juventud que deberá reemplazarnos. No en vano se dice que “los jóvenes van a recoger la antorcha de manos de sus mayores y a vivir en un mundo donde veremos las más grandes transformaciones de la historia”. En efecto los descubrimientos no han parado y hoy son más numerosos que en tiempos anteriores, porque cada creación se subdivide en múltiples manifestaciones prácticas para la vida de todas las personas. El voto pues, tiene un valor incalculable en la sociedad de hoy y del futuro. Por eso, la persona inteligente sabe que del voto depende su bienestar y el de los demás. Otra ventaja del voto es el secreto, pues nadie tiene derecho a saber a quién escogimos en nuestra tarjeta electoral. Esta característica del voto impide que otros nos presionen o nos cuestionen por las decisiones libres que tomamos en esta materia. El artículo 258 de la Constitución Colombiana dice: “El voto es un derecho y un deber ciudadano. El Estado velará porque se ejerza sin ningún tipo de coacción y en forma secreta por los ciudadanos…” La Corte Constitucional considera que el secreto del voto ostenta el carácter de derecho fundamental.

De acuerdo con el artículo 260 de la Constitución, los ciudadanos eligen de forma directa al Presidente y Vicepresidente la República, senadores, representantes, gobernadores, diputados, alcaldes, concejales municipales y distritales, miembros de las juntas administradoras locales, y a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. En una democracia las decisiones se toman por mayoría. La Corte ha llamado a ese tipo de determinaciones “el consenso imperfecto”. la principal facultad de las mayorías es permitir la toma de decisiones. Y bajo ese entendido, las mayorías deben actuar en pro del interés general. Por eso es un absurdo creer que un Presidente, Gobernador o Alcalde, cuando gana la elección puede hacer él con su partido o con sus amigos lo que les venga en gana. No, el poder es de todo el pueblo y el dinero del presupuesto es público no del gobernante;  por eso frente al deseo del gobernante y de las mayorías se impone el interés general. El Presidente de la República se elige por la mitad más uno de los votos que, de manera secreta y directa, depositen los ciudadanos en la fecha y con las formalidades que determine la ley. (Art. 190 CP). Un ejemplo sería que si votan 20 millones la mitad ganadora serán 10 millones más un voto. En todos los casos las personas que aspiran a la Presidencia deberían ganar en la primera vuelta, porque si hay segunda vuelta, los compromisos políticos pueden permitir la entrada de partidos que no velan por el interés general sino por sus propios intereses. Y el interés general es el bien de todos sin distingos de origen familiar o nacional, raza, sexo, lengua, religión, opinión filosófica o política. Ese es el valor de la auténtica democracia.

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