MENTIRA Y POLITICA

La mentira, la ocultación de información, la tergiversación y el secretismo han estado presentes en la vida pública de toda sociedad humana organizada en estos y en tiempos pretéritos. Según Platón solamente podían ser gobernantes quienes comprendieran la idea del bien supremo. Afirmaba que solamente el médico podía mentir en relación con la salud del paciente. Ahora bien, los políticos de hoy se creen actores representando una comedia o un sainete, pero no actuando para ganar un Oscar, manejando el libreto con perfección, sino para dejar países en la miseria. Después de lograr sus objetivos personalistas y politiqueros poco les importa el resultado frente al pueblo cuyas leyes juraron cumplir y cuyos derechos se comprometieron a respetar.

Empecemos por su hoja de vida que la llenan de experiencias que jamás han tenido, de títulos mal ganados o falsos y de reconocimientos inmerecidos. Sigamos con el programa de gobierno que ofrecen atiborrado de miles de obras y ofertas que jamás se ejecutarán porque en el fondo de su alma ellos saben que la plata del presupuesto no alcanzará, pero llenará de ilusiones a muchos que los llevarán al inmerecido triunfo en las urnas. Y finalmente digamos que todos juran respetar el resultado electoral, pero cuando pierden llenan los despachos judiciales de demandas o de reclamos ilusorios porque ellos eran los únicos merecedores de la victoria. Claro que a veces, los tribunales demuestran que sí se cometió el fraude o el delito reclamado, lo cual ocurre después de finalizado el periodo correspondiente. Un verdadero canto a la bandera.  Por eso el político abusa, porque sabe que como escribió el poeta “todo nos llega tarde, hasta la muerte”.

Hacen falta normas exigentes, tribunales éticos y control de los medios de comunicación y de la ciudadanía para hacer quedar mal a los mentirosos y para castigarlos quitándoles todo lo que hayan ganado mediante la mentira, el engaño o la falsedad, sumiéndolos en las “tinieblas exteriores”, o, lo que es lo mismo en la inhabilidad permanente para el ejercicio de cargos públicos. No puede haber perdón para el político mentiroso pues llegar al poder mediante patrañas o farsas debe convertirse en la peor de las faltas contra la sociedad presente y futura. Tenemos que llenarnos de auditorías antes de las elecciones, de controles ciudadanos contra quienes disimulan la verdad, de denuncias públicas en los medios escritos y digitales, de vigilancia internacional previa que detecte posibles debilidades de los sistemas informáticos y de conteo de votos, porque lo que venga después es una burla frente a la maraña de procedimientos y recursos de que disponen los deshonestos para quedarse en el poder hasta el último día, afirmando siempre que nunca tuvieron conocimiento de nada, y que todo ocurrió a sus espaldas.

Hace falta una cruzada por la verdad en política y por la acción coordinada de todas las autoridades para combatir a los “piratas de la administración pública” que disfrutan saqueando el erario y dejando en la ruina a los electores que votaron por ellos. Si pensáramos en que nadie puede robarnos nuestros impuestos votaríamos por personas sin relaciones con el delito, con la trampa, con la argucia y con el embuste. ¡Eso sí es democracia!

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