TODO GOBIERNO DEBE TENER PRIORIDADES

Para ejecutar programas de gobierno el responsable debe prepararse, y muy bien. Hay personas que creen que el poder se ejerce mandando, pero no, el poder se ejerce en el acuerdo. Partamos de la base de que el pueblo es el que manda. No puede entenderse cómo un Presidente, un Gobernador o un Alcalde creen que mandan cuando su poder es transitorio y el poder del pueblo es permanente. Al pueblo hay que darle seguridad y paz: esa es la primera razón de ser del Estado. Los jefes de familia, de tribu, los monarcas de todos los pequeños y grandes principados y hoy los Presidentes tienen obligación de proteger al pueblo; y la fuerza pública está para eso, no para amparar privilegios, ni privilegiados. Todos somos iguales por mandato de la carta fundamental.

Luego, un gobierno está equivocado cuando pone sus exigencias y sus gastos burocráticos, por encima de las necesidades populares. Todas las monarquías se han caído por los abusos y por provocar el hambre en sus gobernados. Ningún servidor público, que haya sido austero, humilde y generoso con su pueblo ha sido rechazado, por el contrario, es el propio pueblo el que lo mantiene en el poder. Como consecuencia de los buenos gobiernos, se llega a la paz social y en una sociedad en paz no se necesitan las armas. Y hay otro factor fundamental: escoger buenos Ministros, porque cuando estos no tienen conocimiento de todas las regiones de un país fracasan y hacen fracasar al gobernante. Los reyes de los grandes imperios convirtieron sus palacios en burdeles y al acrecentar sus deseos de autocomplacerse tuvieron que iniciar guerras para someter a otros pueblos y convertirlos en sus esclavos y tributarios. Y así la voracidad los convirtió en tiranos del propio reino y de reinos ajenos. Y así también se apropiaron de sus tierras y crecieron arbitrariamente.

Hoy pasa lo mismo. La megalomanía burocrática y de cuantiosas inversiones hacen que el administrador público exija más y más de sus gobernados, poniéndolos al borde de la miseria. Todo lo que el Estado les da proviene del abuso de los impuestos, tasas y contribuciones. La injusticia empieza cuando el gobierno traslada recursos del pueblo para desviarlos a actividades innecesarias, para complacer la arrogancia gubernamental, o ejecutar obras sin estudios suficientes de conveniencia y oportunidad, para luego dejarlas abandonadas, como “elefantes blancos”. Y es peor cuando el gobernante se arropa con organismos de control e investigadores arrodillados que no vigilan adecuadamente, por las intimidades con el régimen. Es esencial, entonces, que la prioridad sea el ser humano y sus derechos fundamentales, que no pueden ser mancillados con ningún pretexto.

Los gobernantes y sus subalternos no se pueden dedicar al pillaje, tienen que estimular el trabajo honrado, la creación de empresas y el ahorro tanto privado como público. Pero por sobre todo tienen que ser justos, porque en una sociedad caótica cada cual crea su propia justicia. Los gobernantes no pueden pedirle sacrificios al pueblo cuando ellos no sacrifican nada. Pero eso sí, deben gobernar como cuando se cuida un jardín. Porque los gobernantes de las naciones en desorden solamente se obsesionan con causas que llevan a la destrucción, pero el que aplica políticas sabias siempre vive en armonía. Esta proviene del diálogo constante, y de la conversación sincera surgen los acuerdos duraderos.

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