MAS PARTIDOS, MAS DEMOCRACIA

Las sociedades primitivas estuvieron bajo la protección del más fuerte. Posteriormente adoptaron criterios de democracia y justicia para pertenecer a la ciudad, que era el mecanismo para la sostenibilidad de la vida y la seguridad colectiva, además del abastecimiento de bienes de consumo. La lógica de la ciudad era darle importancia al ser humano. Cuando nace la ciencia política las personas se acogen a criterios racionales y filosóficos para adoptar posturas frente a los nacientes Estados. En la edad media la iglesia impuso sus doctrinas y los grupos aparecían del lado o contra la religión oficial.  Según Durkheim (1982) “lo religioso encierra, en un confuso estado de mezcla, además de las creencias propiamente religiosas, la moral, el derecho, los principios de organización política y hasta la ciencia, o, al menos, a lo que por tal se entiende. Reglamenta incluso los detalles de la vida privada”. El renacimiento trajo consigo ideas nuevas y a partir de allí nacen los gremios que consistían en corporaciones de trabajadores integradas por artesanos de un mismo oficio cuyo fin era defender sus intereses profesionales. En cierto modo, los gremios fueron un precedente de los colegios profesionales y de los sindicatos modernos que agrupan a individuos de la misma profesión.

Los partidos políticos como lo entendemos hoy surgen en el siglo XIX en el Parlamento de Gran Bretaña con la organización estructural de los Tories y los Whigs (conservadores y liberales respectivamente). En la mayoría de naciones empiezan a surgir en principio dos grupos principales: los conservadores que buscaban preservar los privilegios de los grupos de poder, especialmente de las monarquías y aristocracias, y los liberales representantes de la creciente burguesía, ávida de nuevos espacios políticos e influencia. En Colombia, “todo plan de desarrollo debe incluir medidas específicas orientadas a promover la participación de todas las personas en las decisiones que los afectan”. Igualmente las leyes “garantizan a todos los ciudadanos el derecho a fundar, organizar y desarrollar partidos y movimientos políticos y la libertad de afiliarse a ellos o retirarse” (Acto Legislativo 1 de 2009). Pero para garantizar solamente la existencia de partido mayoritarios la personería jurídica se reconoce a quien obtenga el 3% de los votos emitidos válidamente en el territorio nacional en elecciones para cámara o senado. Y se perderá si no se obtiene ese porcentaje. Esa limitación debería eliminarse pues impide que todas las organizaciones democráticas se puedan expresar en Colombia.

Los grandes partidos consensuaron una reforma para eliminar a las pequeñas agrupaciones políticas que se habían convertido es obstáculo para el control del poder, como lo hacen hoy en día e imponer a todos las leyes y reformas mediante el voto de sus congresistas. Y el cierre de una democracia más amplia se da adicionalmente con la financiación de las campañas pues quien no tenga dinero no puede presentarse a unas elecciones. Las limitaciones impuestas a los partidos minoritarios son antidemocráticas y traen como consecuencia la creación de monopolios regionales y nacionales imposibles de derrotar, lo que acarrea la permanencia de normas y regulaciones que solamente favorecen a las élites empresariales y a los negociantes de la política, que reparten los contratos del Estado a quienes aportan a sus campañas o pagan comisiones por ellos. De esa manera el dinero público que es de todos beneficia exclusivamente a los detentadores del poder. De allí que todas las sentencias de la Corte Constitucional se vuelven letra muerta pues “el principio democrático es expansivo (C-089/94) porque su dinámica lejos de ignorar el conflicto social, lo encauza a partir del respeto y de la reivindicación social y política”. La democracia, por tanto, debe ampliarse para que en ella quepamos todos y no solo quienes tienen dinero para hacerse elegir a través de los partidos políticos, que hoy están secuestrados por varios carteles, donde los principios democráticos son irrealizables.

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