‘LA CAUSA DE LA CAUSA ES LA CAUSA DE LO CAUSADO’

(Aquino, Tomás de: Quaestiones disputatae 3, 1). La teoría define esa causa como «conjunto de condiciones empíricas antecedentes que proporciona la explicación, conforme con las leyes de la experiencia científica, de que el resultado haya sucedido». En el derecho penal “para poder imputar objetivamente un resultado a una acción, tal acción y el curso causal han de ser adecuados, lo que requiere que, ex ante, sea objetivamente previsible que con tal acción se pueda producir el resultado de la forma en la que concretamente se produjo.” Ahora bien, la reflexión que antecede sirve como insumo para aclarar si las manifestaciones sociales de los últimos días, que han llevado a la comisión de posibles delitos, según la tesis del gobierno y la Fiscalía, son una causa o una concausa de otro hecho antecedente. En este caso es de todos conocido que hubo reuniones de posible concertación entre el gobierno y los organizadores de los paros del 2020 y que la pandemia se ha extendido más de lo normal por situaciones que deberán ser objeto de estudio más adelante.

Las razones de las protestas son la mismas desde el punto de vista de los derechos sociales y económicos de los manifestantes. Pero en este entorno de crisis de la salud, los problemas económicos y de pobreza se han agudizado de manera alarmante, según estudios del DANE. Luego, era previsible que la presentación de un proyecto de reforma tributaria sin consenso previo con la sociedad civil y política generara la reacción que ha provocado en las calles. El Presidente Duque fue advertido para que no presentara el proyecto y sin embargo lo hizo, para dar cumplimento a obligaciones con los acreedores, las calificadoras de riesgo, los bancos internacionales y la OCDE. No pueden tenerse como causa de las tropelías cometidas, las marchas convocadas por sectores cívicos y sociales, líderes y centrales obreras, sino como una concausa de la posición imprudente del gobierno frente a una economía a la baja. No hay que trasladarle la responsabilidad a otros. Es el propio gobierno el responsable de la crisis que vivimos por falta de diálogo y planeación en muchas de las políticas equivocadas que han ejecutado en este gobierno que ya finaliza.

El vandalismo que se critica se ha promovido desde las instituciones con una justicia que no funciona pero que recibe suculentos beneficios salariales; las tramas de corrupción que siguen afectando la contratación estatal; el excesivo gasto público aumentado por vinculaciones temporales de personal, afectando derechos laborales innegables; la iniciación de obras suntuarias que se dejan iniciadas porque el dinero se desaparece o las dejan inconclusas. Además hay una cooptación de la política que no deja espacio para la democracia, pues la familias más pudientes se han adueñado de concejos, alcaldías, asambleas, gobernaciones, Congreso, Ministerios y cargos diplomáticos. Incluso los organismos de control son fortines politiqueros y la Fiscalía refleja un cuadro de parcialidad y corrupción que deja sorprendidos a propios y extraños. No da razón de los malos manejos de Odebrecht, Interbolsa, Reficar, Hidroituango, Chirajara, Electricaribe, solamente por mencionar algunos destacados.  Y en la pandemia se han publicado casos de sobrecostos, direccionamiento contractual, cubrimiento de favores políticos, pagos a financiadores de campañas o uso de recursos para objetos innecesarios, aprovechando la declaración de urgencia manifiesta a nivel nacional, lo cual hace más flexible los procesos de licitación o incluso los evita, situación aprovechada por los corruptos para apropiarse indebidamente de los recursos públicos.​ La causa primera hay que buscarla, entonces, en el gobierno y no en los chivos expiatorios a quienes acusan de terrorismo. Cambiemos o nos cambian.

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