Miedo en política e interferencia

Sin duda podemos afirmar que la política puede entenderse como el ejercicio del poder en relación con un conflicto de intereses o, mirando desde una perspectiva opuesta, darle a la política un sentido ético, como una disposición a utilizar el poder público organizado de una sociedad para lograr objetivos que beneficien el interés general. La selección de una u otra postura nos obligará a la escogencia de caminos, instrumentos, planes, decisiones y metas específicos. Cuando usamos el poder para resolver un conflicto de intereses es frecuente apelar al miedo para ganar partidarios. Si pretendemos alcanzar propósitos relacionados con el interés general invocamos la solidaridad, el trabajo en equipo, el esfuerzo conjunto y pedimos la participación de todos en la búsqueda y aplicación de las soluciones. Y, lo más importante, no se usa la mentira.

En el escudo de Colombia hay dos palabras muy importantes que nadie parece apreciar: libertad y orden. Como los hombres nacemos libres, entendemos que la libertad constituye la piedra angular de la política moderna, al ser al mismo tiempo el fundamento y el fin de la realidad política. Es un atropello a la dignidad humana hacer política atemorizando a los ciudadanos, de cualquier manera, o bien señalando que los rivales van a acabar con el país o que ellos son como los lobos cuidando ovejas. Esas actitudes desnaturalizan la actividad política. Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la libertad constituye el derecho de toda persona de organizar, con arreglo a la ley, su vida individual y social conforme a sus propias opciones y convicciones. Definida así, es un derecho humano básico, propio de los atributos de la persona. “Sólo puede realizarse el ideal del ser humano libre, exento de temor y de la miseria, si se crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos”. Emerson decía que “el temor es el heraldo de todas las revoluciones”.

Otro aspecto de la política moderna es la interferencia. Desde las grandes potencias hasta los pequeños países denuncian hoy que hay serias interferencias de otros gobiernos en la fijación de sus reglas de juego, al determinar la clase de sociedad que se quieren dar. Ese entorpecimiento se presenta mediante apoyos económicos como préstamos o ayudas a ciertos partidos o tendencias políticas. Incluso se recurre a la acción militar. La interferencia es propia de los débiles que recurren a artificios o engaños para desorientar a la opinión pública y evitar que la misma se exprese con libertad. Las personas no son totalmente buenas o malas. Las circunstancias determinan el comportamiento de los individuos; también lo hace la formación humana. Como Colombia vive en constante proceso electoral los líderes deberían ser más respetuosos con los electores y no promover ni el temor ni la interferencia. Quien así actúa no merece el voto popular. No puede ser llamado dirigente, es un manipulador.

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