Las últimas noticias nos informan que “el agua cotizará en Wall Street”. Y no obstante que no se trata de un hecho nuevo, porque en estados de los EE. UU., ya el tema es una realidad, a los que defendemos el agua como parte de nuestra vida y líquido esencial para la sobrevivencia humana nos alarma, porque hoy existen 1200 millones de personas sin acceso al agua en el mundo y en otras partes el abastecimiento es insuficiente. Desde la segunda mitad del siglo XX se ha venido repitiendo que solamente el 2% del agua es apta para el consumo humano y que esa porción se encuentra, una parte, en los círculos polares de la tierra, otra en las profundidades en depósitos que la lluvia alimenta cada cierto tiempo, y la parte restante en los ríos y quebradas, que cada día desaparecen por la acción irresponsable de parte de la sociedad, que no entiende la importancia de ese recurso natural. La deforestación, la contaminación, el despilfarro, el uso inadecuado del agua son factores que contribuyen a que cada día tengamos menos agua para perpetuar la raza humana y a los animales en general.
Las empresas de servicios públicos en el mundo no son un ejemplo para el cuidado del agua. Por el contrario, se han convertido en cuotas burocráticas, que acaparan el recurso y destinan los excedentes financieros, no para mejorar las condiciones de producción y tratamiento del líquido, sino para aumentar salarios, prestaciones y prebendas no asociadas al servicio y algunos asociados para llevarse las utilidades al exterior. En algunos países se están concesionando las aguas y con la disculpa de que están haciendo inversiones cuantiosas para mejorar el servicio, aumentan los costos de manera exagerada, haciendo imposible el pago para las personas de menores recursos. En otras partes se han cargado las tarifas con sobrecostos que nada tienen que ver con el uso y administración del agua.
Las sociedades en diferentes regiones están acelerando el proceso de menoscabo del planeta. Los expertos afirman que la desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes. Por otra parte estamos causando un cambio climático que es el mal de nuestro tiempo y sus consecuencias pueden ser devastadoras. Hoy también estamos viendo los impactos económicos y sociales, que serán cada vez más graves, como daños en las cosechas y en la producción alimentaria; las sequías, los riesgos en la salud; los fenómenos meteorológicos extremos, como depresiones atmosféricas, tormentas y huracanes, mega incendios, etc.
El agua debería ser declarada como un bien esencial inenajenable, destinado solamente a las actividades imprescindibles para el mantenimiento y cuidado de la vida sin discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o demás creencias y expresiones políticas y religiosas. Los gobiernos deberían evitar por todos los medios que los particulares se apropien del agua, de sus fuentes y de sus riberas. Además, crear instrumentos de protección del agua para que esta no desaparezca por efecto de la acción del hombre como la deforestación de sus cuentas o áreas de cuidado. En ningún momento y por cualquier medio se debe evitar la privatización del agua, como recurso natural imprescindible para el desarrollo de la vida sobre la tierra.
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