Construir y tumbar estatuas.

Las protestas contra el racismo que iniciaron en los Estados Unidos trajeron como consecuencia una serie de actos de descontento, entre ellos tumbar las estatuas que según los manifestantes herían sus recuerdos de esclavitud, humillación y vergüenza a lo largo de la historia.  Las estatuas recuerdan muchos hechos personales, históricos, leyendas, gestas, tradiciones, efemérides e inventos. En ocasiones, como en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires, las tumbas representan honorabilidad, legados familiares, hasta discordias y desamores.  Se codean allí la tragedia de aquella pareja que, tras no hablarse durante 30 años, decidió perpetuarse en dos bustos que se dan la espalda desde hace más de un siglo y por toda la eternidad, con la última morada del sepulturero que, tras décadas de juntar peso a peso, construyó su lujosa tumba, hizo tallar una estatua suya y se suicidó a los 35 años de edad para ser enterrado allí.

Si cada una de esas esculturas fueran objeto de ultraje en todos los países del mundo acabaríamos con las historias que hay detrás de ellas. Unas limpias como el agua cristalina y otras con antecedentes que no quisiéramos recordar. Pero la historia está mezclada de cosas buenas, regulares y malas. Las hay sobre aquellos que lideraron revoluciones para libertar países, para descubrir inventos o para crear nuevas teorías sociales o filosóficas. También encontramos representaciones de gente mala que como algunos emperadores romanos, o bandidos, o antihéroes, dejaron una estela de muerte y destrucción a su paso. No por ello podemos decir que no hacen parte de la historia. Habrá unos para seguir de ejemplo y, otros, para rechazar sus acciones. Generalmente recordamos a las víctimas de las guerras para que esos actos de barbarie no se vuelvan a repetir o a las víctimas de los holocaustos que se han causado en la historia de la humanidad para exaltar su sacrificio, pues sin ellos no estaríamos seguros de que en un futuro cercano nosotros mismos podríamos ser víctimas de esos horrores.

Los gobiernos y los ciudadanos deben se ilustrados sobre el significado de cada uno de sus monumentos, para que eduquen a los habitantes, y en medio de esa formación, orientarlos para que sepan lo que representa la historia en nuestras vidas. Algunas de esas efigies son parte de la comedia de la vida, pero otras lo son de las grandes tragedias. Las esculturas no tienen nada que ver con lo que está pasando hoy, por que si no entendemos los signos de los tiempos, nos pasaremos el resto de nuestras vidas construyendo y tumbando estatuas. ¿O queremos eso?

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