En estos días de cuarentena hemos visto manifestaciones airadas de personas que expresan no haber recibido las ayudas prometidas por el gobierno, en todos sus niveles. Ya los grandes medios, sociólogos y filósofos, han advertido que el hambre puede llevar a la rebelión e, incluso, a estallidos violentos que serán muy difíciles de controlar. Por eso es bueno recordar que una de las principales obligaciones de quienes están en el poder es garantizar el alimento a todos los habitantes del territorio, pues de ello depende la vida, la buena salud y la educación.
Para ser sinceros hace falta más compromiso de la gente pobre, para mantener la paz y el mejor comportamiento en los lugares donde se entregan y reciben las ayudas. Pero el gobierno debe usar la logística de los grandes eventos, entrada por un lado y salida por otro. Para así garantizar que no se rompa la fila de los presentes. Los colados son los culpables de que muchos se irriten, porque después de esperar varias horas, ven que otros se saltan el orden establecido y, no obstante, los atienden. La entrega debe hacerse con avisos previos, con boletas o con identificación plena de los beneficiarios. No obstante, si hay personas que por diversos motivos acuden a la ayuda, hay que dársela, pues uno desconoce la situación económica de cada cual, por la falta de estadísticas confiables.
En algunas partes, especialmente en los municipios pequeños o medianos, se pueden estandarizar los apoyos alimenticios, pues los alcaldes conocen las zonas donde habitan las personas de menos recursos. En las grandes ciudades hay que apoyarse en los alcaldes locales, señalando espacios donde se harán las entregas. Si se quiere evitar el tumulto, la comida debe llevarse directamente a los hogares. Esto es más complicado, pues debe hacerse casa por casa y no dejar a nadie sin el alimento, porque eso enerva los ánimos y el gobernante puede ser tildado de discriminación.
En la situación que vivimos nadie puede señalar culpables. Es cierto que en unas partes se han hecho las cosas mejor que en otras, que se tomaron medidas de aislamiento de manera más oportuna, pero todavía hay muchas incógnitas científicas que hay que resolver, pues no se sabía sobre la agresividad del virus y su transmisión acelerada, lo que no ocurrió con otras pandemias, que pudieron controlarse espacialmente, impidiendo la propagación de la enfermedad. Valdría la pena dejar los juicios de responsabilidad para el futuro, salvo en el caso de los corruptos que se quieren apropiar de las ayudas o del dinero público con la excusa de que pueden contratar directamente, como si eso fuera excusa para saltarse los principios de economía, transparencia y responsabilidad, los cuales deben estar respaldados por el postulado de la buena fe. Para los corruptos mano dura, para el pueblo hambriento mucha compasión y misericordia. Para todos, paciencia.
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