Hace 2 años Colombia, a través de un golpe de opinión impulsado por los jóvenes, se movió hacia la izquierda, decisión que fue acompañada por hombres y mujeres mayores que estaban hastiados de la corrupción, el sistema de salud, la ineficacia de las normas laborales y la exclusión de sectores minoritarios de los gobiernos de derecha, que mantenían el silencio cómplice de los empresarios dueños de medios de comunicación. Los grandes inversionistas cambiaron todo el entramado de los servicios públicos, las carreteras, las grandes generadoras de energía, pero no en beneficio del pueblo, sino montando una integración vertical en todo lo que significara utilidades para ellos y altos costos para los demás. Es decir el 98% salió perjudicado con el mercado capitalista y neoliberal que dejó Cesar Gaviria y solamente el 2% aumentó en riqueza y se pavoneaba por el crecimiento de la economía.
El Estado había caído en manos de grupos empresariales, clanes regionales, y partidos políticos corruptos que se repartían los cargos en las altas cortes, en el gobierno y en el Congreso, de manera que nadie podía entrar en esa maraña, sino cuando llegaba de rodillas ante tres o cuatro jefes y/o capos, que definían su aceptación o no. Los organismos de control, especialmente la Contraloría afirmaba que se perdían al año $50 billones del presupuesto por actos de corrupción, tanto en la Naciòn como en las entidades territoriales. Una suma cuantiosa que aterraba a todos. Pero nada cambiaba porque esos mismos manipulaban la justicia, la Contraloría y la Procuraduría, de manera que la complicidad era evidente.
La derecha no comprendió los signos de los tiempos. Sacó la artillería judicial y la fuerza pública y mantuvo bajo amenaza y control violentos a los manifestantes, algunos perdieron parte de sus miembros, otros murieron. La revancha llegó en las elecciones donde derrotaron ese establecimiento o “ancien régime”. Pues bien, del caos de esos días surgió un gobierno nuevo, que ha sido atacado de todas las formas posibles, incluso tratando de tumbarlo, pero la maniobrabilidad presidencial lo ha impedido y algunas de las reformas han pasado, con dificultades pero allí están. La mente de la Naciòn cambió y hoy tenemos inclusión, reparto del presupuesto con mayor componente de gasto público social, menos inversión en carreteras y más en educación y salud. El pueblo no se dejará quitar lo que ha recuperado con el sacrificio de los jóvenes. Ellos rechazan a los partidos en un 60% y el 40% no se siente identificado con ninguno. Si la derecha no se compromete en un acuerdo nacional, será rechazada nuevamente en las urnas y no volverá al poder.
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