VOTO TERRITORIAL

La separación de las elecciones nacionales de las regionales surge dentro del desarrollo de nuestras instituciones políticas. El Acto Legislativo 1 de 1986 señala la elección popular de alcaldes. Por medio de la ley 78 de 1986 se reglamentó el proceso para el ejercicio de sus funciones. La primera elección se convocó para el segundo domingo de marzo de mil novecientos ochenta y ocho (1988). Los alcaldes tenían un problema grave de inestabilidad, eran juguetes de los gamonales locales. El promedio de permanencia en el cargo era de seis (6) meses. Hubo alcaldes “profesionales” en algunos pueblos, porque se trataba de personas que se traían incluso de otros municipios para regentar zonas que ni conocían. “alcaldes nómadas” como ocurre hoy con la tecnología. Los pueblos no progresaban los funcionarios entraban y salían, porque no amaban la tierra donde trabajaban. Algunas regiones tenían un desgaste institucional por problemas de orden público. Entonces, los gobernadores nombraban alcaldes militares, que dejaban las finanzas vacías dándole todo tipo de “gabelas” con el presupuesto público a los soldados y policías bajo su mando. El desarrollo local era mínimo.

Por otra parte, la Constitución de 1991 en el artículo 303 fija la Elección de gobernadores por voto popular. Antes los escogía el presidente de acuerdo con los intereses políticos prevalentes en el Congreso. Preferiblemente entre liberales y conservadores Las regiones se manejaban desde Bogotá como ocurre hoy. Los gobernadores repartían las inversiones de acuerdo con sus intereses personales, entregando más recursos a aquellos municipios donde tenían más caudal electoral. Tanto el problema local como el regional empezaron a mejorar y durante los primeros años tanto municipios como departamentos controlaron sus presupuestos con seriedad. Pero al aparecer los clanes y consolidarse las “roscas” politiqueras, empezaron a gestarse elecciones y reelecciones “de los mismos con las mismas” con dineros públicos y hoy encontramos zonas donde camarillas de personajes y personajillos mueven los hilos de la corrupción tanto en municipios como en departamentos y mucho más donde las regalías son cuantiosas. Ya tenemos “intelectualoides” que llevan dos y tres alcaldías y tres gobernaciones sin dejar espacios para las nuevas generaciones. Ese círculo mafioso hay que terminarlo con normas o con votos primero, prohibiendo la reelección en cualquier tiempo, aliándose el pueblo contra los “depredadores” del presupuesto público. Segundo, que los electores y la justicia sean aliados permanentes, para que se pueden eliminar las corruptelas locales y regionales, con investigaciones serias y sin dejarse comprar de quienes ostentan el poder.

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