Seguramente a la oposición no le gustará el discurso del Presidente Gustavo Petro. Pero es la lógica de la posturas extremas. El 7 de agosto estuvo dominado por los símbolos: el pueblo presente en la plaza certificando el acto de toma del poder, la espada del libertador, el gabinete lleno de mujeres, los vestidos y el llamado a la unidad del pueblo colombiano a rescatar sus valores y sus recursos naturales. Una tarea relevante será terminar con la violencia extrema que sigue en Colombia, por los desafíos que se proponen gobernantes y excluidos. Incorporar a los que se han declarado en contra de las instituciones bien por ideas políticas o por la comisión de delitos será una tarea titánica, que reclamará el esfuerzo del Presidente, su ministro de Defensa y la fuerza pública. En las conciliaciones todos tienen que ceder un poquito. La extrema derecha nunca quiso la paz ni parcial ni total, porque la guerra era su gran negocio y el soporte de su gobernabilidad.
La primera orden presidencial fue precisamente ordenar que se trajera la espada del libertador a la plaza, como muestra del poder de la lucha por la libertad y, además, para que Duque se diera cuenta quién mandaba en Colombia desde ese momento. Su negativa a dejar trasladas al acto de posesión del Presidente Petro el símbolo de la lucha del M19 fue un acto agresivo de un mandatario que se despedía del poder, contra el nuevo gobernante. Pero se impuso la autoridad al odio y a la soberbia.
Ningún Presidente había hecho advertencias a los Ministros recién posesionados frente a los medios de comunicación. Pero el Presidente Petro les expresó, que necesitaba vincular a la juventud al poder en cargos donde pudieran aprender el manejo de la cosa pública, tan compleja y enmarañada. Que debían trabajar con celeridad, pues el tiempo se agota desde cuando se asume el servicio. Y, especialmente, les advirtió que deben ser honestos, pues cualquier acto de corrupción será cobrado por la oposición y por el pueblo que no tolerará actos contra la ética pública. Tales admoniciones exigen competencias gerenciales en todos los componentes del equipo directivo y atender con prioridad las promesas del programa que se ofreció a los ciudadanos. Hay que trabajar aceleradamente y sin pausa, si realmente el compromiso con el pueblo es serio. De lo contrario, deben ser removidos de sus cargos a la mayor brevedad posible. Con seguridad el presidente Petro tendrá controles de la gestión de sus funcionarios y tomará las medidas que aconseja la prudencia si no lo están haciendo bien.
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