Hay susto en sectores de la derecha por las palabras de amistad del Presidente electo de Chile hacia un precandidato colombiano. Lo contradictorio es que las mismas derechas apoyaron una reelección en Estados Unidos y combatieron al actual Presidente Biden, por cuya causa ha mantenido cierta distancia personal del Presidente Duque y sus aliados. Pero hay que decirlo con claridad: ¿puede un partido extraño definir unas elecciones como las que tendremos en Colombia? La situación social del país es tan dramática, así algunos sectores de la economía traten de negarlo, que la gran mayoría está exigiendo un cambio de fondo de la clase dirigente nacional. Llevan muchos años en el poder y en vez de mejorar las condiciones económicas de la mayoría de la población, la riqueza se concentra cada día más en pocas manos y las posibilidades de ascender en la escala del crecimiento económico se hace inalcanzable.
Especialmente los jóvenes sienten que la nuestra es una sociedad cerrada al progreso, nada parecido al sueño americano, y un paso arriba en el escalafón exige grandes esfuerzos en educación y en inversión económica. No es cierto, como afirman muchos dirigentes en el poder que la gente quiere que le regalen todo. Por el contrario, los padres de familia y sus hijos se esfuerzan cada día más por mejorar, pero las puertas están taponadas por una clase dirigente que no permite el cambio ni tienden puentes para que los pobres puedan subir hasta donde ellos desean. Las condiciones precarias de acceso al crédito y una economía monopolizada hacen que las esperanzas de muchos se esfumen. Los Presidentes gobiernan con la misma rosca, los congresistas quieren monopolizar todos los privilegios y sus salarios no concuerdan con el tiempo de trabajo que ellos mismo se fijan. Expiden leyes baladíes, pero se esfuerzan por mantener al día las disposiciones penales y de policía para agredir a quienes protestan por su falta de oportunidades. Quieren mantener un régimen de terror auspiciando la violencia, de la que no hemos salido desde los tiempos de la emancipación. Cada 4 años ofrecen cambios de fondo que nunca llegan y el futuro se hace cada día más complejo por sus cambios abrumadores. Esta será una generación fallida si no emigra a otros países.
El miedo a que nos parezcamos a Cuba, Venezuela o Nicaragua es el arma que esgrimen para desalentar a los electores a un cambio de modelo social y económico. Pero no dicen nada contra la corrupción, el derroche de los dineros del Estado en obras inconclusas y en contratos leoninos, ni la compra de votos. Tampoco se refieren a los abusos de poder, los gastos suntuarios y el uso indebido de los bienes estatales. Por eso es mejor que nos comparemos con Chile, un país muy parecido al nuestro así tenga la mitad de la población de Colombia, con menos territorio, pero con un PIB, que lo pone en situación privilegiada ante el mundo. Allá, gracias al poder popular se dio un cambio y si alguien desea compararnos debe hacerlo con el país austral y no con nuestros vecinos. Lo que expresa la gente humilde es su deseo de esforzarse y ganar más para vivir mejor, pero aquí no dejan.
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