Porque no estamos comprendiendo los signos de los tiempos. Y uno de ellos es la intercomunicación que hay en el mundo moderno entre las personas de los países desarrollados y los de las áreas en desarrollo. Y eso se debe a los avances que hemos tenido en el impulso de los canales digitales y las tecnologías de la información. Va a ser difícil que cualquier gobierno controle el poder sin que al menos un escándalo se destape por la vía más inverosímil, o bien porque hable un ciudadano del común, o un “garganta profunda”, o un periodista avezado o un aliado que se cansó de las trampas de su propio jefe. La libertad de prensa es hoy más sagrada que nunca y hay que defenderla, aún a costa de que cualquiera salga sacrificado, porque la verdad no puede tener obstáculos.
Y la libertad de prensa incluye el uso de la palabra, es decir, la posibilidad de argumentar en cualquier espacio, porque las calles son el mejor escenario para decir lo que pensamos. No sería lógico que buscáramos mejor y más educación si ella no permite encontrar la verdad o parte de la verdad, y si cuando la encontramos no podemos expresarla. La consecuencia del silencio cómplice es la corrupción y esta nos lleva a la miseria, tanto moral como material. Colombia pierde miles de millones de pesos anualmente por causa de la corrupción. Según los medios de comunicación 327 hechos de corrupción por más de $17,9 billones reportó la prensa entre 2016 y 2018. Es una cifra escandalosa, pero los corruptos no se inmutan, seguramente la cifra del próximo año será más elevada. Y así no quieren que la indignación social se exprese de manera brutal en tantas zonas del continente, incluyendo a Colombia. Es que la gente está irritada mientras el Congreso se niega a regular todos los tópicos anti corrupción que han sido propuestos por entidades como transparencia internacional. Es una lástima que las ramas más corruptas según encuesta a los colombianos sean la legislativa, la ejecutiva, y la judicial.
Y los proyectos que favorecen a los corruptos se aprueban de manera sigilosa o de frente contra toda oposición, cuando se les advierte de los negocios que están alentando y apoyando. Los medios de comunicación hacen conjeturas, pero sus avisos se ignoran. Porque los corruptos están amparados por la impunidad. No les importa. Y la justicia sigue impávida alegando que cada fiscal, juez y magistrado, tiene demasiados negocios para investigar y fallar. Sin embargo, dejan los expedientes durmiendo mientras se mejoran sus salarios con cátedras en las universidades en tiempo de oficina y viajes al exterior con viáticos jugosos. Pero eso sí, un caso contra un pobre que se lleva comida del supermercado lo fallan de un día para otro, mientras los corruptos paralizan la acción de la justicia a base de tutelas y de pronto comprando decisiones extrañas a su favor. Si los peores casos de corrupción no hubieran sido denunciados por periodistas honestos que arriesgan sus vidas por decir la verdad, la cifra de dinero en manos de los corruptos sería aún más gravosa para el pueblo. Sin libertad de prensa estaríamos peor y habría más descontento social.
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