Colombia un país con 1.142.000 kilómetros cuadrados, con dos océanos, más de 2000 ríos, miles de especies animales terrestres y pájaros, pesca abundante, petróleo, oro, esmeraldas, gas, una constitución ambientalista y gente de inteligencia superior, ha vivido durante toda la República bajo la sombra de los guerreristas, que pisotean al que piensa diferente y que “asesinan el enemigo ideológico”. En Colombia hemos tenido, según historiadores, algunas guerras regionales, una guerra civil, entre 1876 y 1878 y una guerra general conocida como la guerra de los mil días entre 1899 y 1902. Las Constituciones siempre se hicieron en contra de alguien según Alfredo Vásquez Carrizosa (1986). Resultados: la muerte de miles de combatientes y ninguno positivo para la salud de la patria.
Descendientes de los lideres de los partidos liberal y conservador, los dueños de la tierra y de la riqueza, han actuado con violación de los principios de humanidad, despojando a los campesinos y destruyendo la cultura y población indígena de sus territorios originarios. Tales personajes investidos de una autoridad creada por ellos mismos, adulterando documentos en notarías y registros, han dominado la agricultura y ganadería y hoy lo hacen como grandes empresarios imponiendo la norma laboral que más les conviene para negar derechos a los trabajadores y acumular riqueza a costa de los más pobres y vulnerables.
Líderes como Rafael Uribe, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal y otros miles que no seguían las doctrinas dominantes de los clanes y partidos tradicionales, fueron asesinados por manos siniestras, hoy sin tener conocimiento de quien dio la orden, por el solo hecho de pensar diferente a quienes ostentaban el poder. Incluso usaban las armas y la inteligencia del Estado para cometer los crímenes, como está probado en sentencias judiciales. De acuerdo con el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del CNMH, desde el inicio del conflicto armado, ha habido más de nueve millones de víctimas. «Más que una cifra, son vidas y sueños impactados», según afirman los asesores de la entidad. No hay duda de que el acuerdo con las FARC-EP redujeron las muertes por violencia en Colombia. Pero Duque desconoció los acuerdos y los incumplió. Lo cual hizo que muchos guerrilleros se mimetizaran en otros grupos armados organizados, que hoy se dedican al narcotráfico y presionan a los campesinos para que siembren la hoja de coca.
El ciclo de la violencia no terminará mientras los partidos, la fuerza pública y todas las instituciones que creó la Constitución de 1991 no se comprometan a cumplirla de manera seria y respetuosa, pues es sabido que “su espíritu y letra se ha falsificado, se ha desconocido su intención…algunos se ríen de las mayorías tras su máscara de constitucionalismo dejando caer desde su pedestal desprecio sobre los imbéciles que creen en la farsa constitucional”, tal como lo expresara José Vicente Concha, cuando se derogó la llamada ley de los caballos. La pregunta es: ¿seguimos con la guerra y las muertes o pactamos una paz duradera que revitalice la democracia colombiana?
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