Hoy tenemos sobre la mesa de los constitucionalistas y del pueblo llano la propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Carta de 1991. Voceros de algunos partidos, dicen que no, y arguyen que se está socavando la democracia. Una mayoría del pueblo dice que sí, porque necesitan cambios fundamentales por el respeto de los derechos fundamentales de las personas y los derechos sociales, económicos y culturales, no desarrollados durante estos 34 años de vigencia de la Carta. Se exceptúan, claro, los contenidos de algunas buenas sentencias de la Corte Constitucional que han reconocido puntos claves para conseguir beneficios individuales y colectivos, que antes los gobiernos y la sociedad les negaron a los habitantes del territorio.
Una reforma constitucional en Colombia es necesaria porque el sistema existente ya no responde a la realidad social, política y económica del país, y, además, se requieren abordar problemas persistentes como la desigualdad, la falta de capacidad estatal o la «captura» del proceso político por grupos de poder. Si se busca una transformación profunda, es necesario elegir una Asamblea Nacional Constituyente que aborde todos los temas esenciales que están dividiendo a la sociedad colombiana y que dote al ejecutivo de verdaderos poderes para enfrentar las crisis que de manera recurrente afectan el crecimiento económico del país y la defensa de los derechos de los más vulnerables y de aquellos grupos marginados y discriminados.
Virgilio Barco, al enfrentar el reto de convocar una Asamblea de esta clase, dijo en entrevista al Espectador: “Cualquier mecanismo que impida que el pueblo soberano tenga plena libertad en la selección de los miembros de la Asamblea , como también en la orientación general de sus responsabilidades, iría en contra no solo del clamor democrático de la Nación sino, además, del mandato mismo de la votación sobre la Asamblea Constitucional.” (El Espectador. Mayo 16/1990). Como todos sabemos la Constituyente de 1991, abordó una reforma total, lo que es preciso hacer también en los tiempos que corren. El miedo al cambio y a la ruptura del statu quo, es lo único que se opone a una transformación política. Pero las nuevas generaciones deben abordar con sabiduría el llamado de “los signos de los tiempos” que hace la sociedad de hoy y de mañana. Son los jóvenes los primeros responsables de definir y consagrar en la Carta Política su anhelos, esperanzas y visiones de la sociedad del futuro.
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