
No puede hablarse de política sin mirar las organizaciones sociales que se crearon con el aumento de la población en tiempos primigenios. El padre de familia se convirtió en jefe y, luego, esos jefes tribales conformaron grandes ciudades que designaron monarcas para defender la paz interior y protegerse contra enemigos externos. Las ciudades amuralladas fueron el comienzo de la política que se desarrolló como instrumento de agrupación de los ciudadanos, empezando con el dominio de los varones, pero que luego incorporaron a las mujeres en algunas culturas. También ellas aprendieron a cuidar las defensas de la ciudad y apoyar a los guerreros en campañas que se emprendían para ampliar los territorios.
Pero la organización de las ciudades tenía problemas complejos, pues dentro de ellas se empezaron a constituir grupos calificados que se dedicaban unos a la agricultura, otros a la orfebrería y los demás al comercio. Nacieron así actividades como la producción de telas y otros objetos dedicados a la protección de las personas durante los cambios de las estaciones, pero también se pulieron joyas y se produjeron armas para la defensa, especialmente lanzas y espadas, que luego se complementaron con carros de guerra, arcos y cañones cuando los hombres descubrieron la pólvora. Pero las ciudades no crecían al mismo ritmo en temas sociales y hubo un tiempo en que los mejores botines pertenecían a los soldados y al rey. Para ello los griegos 500 años antes de Cristo crearon el concepto de isonomía, que significa igualdad ante la ley, con lo cual revolucionaron las formas de gobierno y crearon el concepto de democracia.
Pero como siempre ocurre empezaron a surgir problemas por las desigualdades entre los hombres y surgió el concepto de justicia social “como un principio que promueve la igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas, buscando una distribución justa de recursos y riqueza para reducir la desigualdad y la exclusión social.” Su objetivo es crear una sociedad donde todos puedan desarrollarse plenamente eliminando las barreras de la discriminación. Eran tiempos donde la esclavitud se permitía y donde los ricos disponían hasta de la vida de las clases humildes. Los procesos modernos han dado un salto frente al respeto por los derechos de todos y las sociedades son más inclinadas a producir para grandes poblaciones, bajo la dirección de los gobiernos. En las reuniones ya se habla de Estado de bienestar o Estado social de derecho. Ambos conceptos cumplen objetivos para alcanzar la justicia social, que es la meta de todos los países. Y no obstante las dificultades para alcanzar niveles de igualdad, todavía encontramos millones de personas sometidas a condiciones de vulnerabilidad y exclusión que deben erradicarse de los Estados modernos. Esa es la finalidad de la política: procurar el bien común, sin hambre y sin violencia. Ojalá en Colombia entendamos ese lenguaje que nos ha costado tanto construir con acciones solidarias y generosas, sin opresión económica y política. Otros hablarían de reparar el ascensor social.
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